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Lengua y literatura |
Comentario de texto
"¡Ah de la vida!"
(Francisco de Quevedo)
(Represéntase la brevedad de lo que se vive
y cuán nada parece lo que se vivió)
«¡Ah de la vida!»... ¿Nadie me responde? ¡Aquí de los antaños1 que he vivido! La Fortuna mis tiempos ha mordido; las Horas mi locura las esconde. ¡Que sin poder saber cómo ni adónde la Salud y la Edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fue; Mañana no ha llegado; Hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado. En el Hoy y Mañana y Ayer, junto2 pañales y mortaja, y he quedado3 presentes sucesiones de difunto.
Quevedo, Parnaso español
1 “antaños”: tiempos pasados 2 “junto”: del verbo juntar 3 “he quedado”: El sentido es ‘me he convertido en’
1. LOCALIZACIÓN
El texto que se va a comentar es un poema incluido en el libro recopilatorio
El Parnaso español y musas castellanas (1648), de Francisco de Quevedo
(1580-1645), autor barroco español. Se trata de un poema de género lírico en
el que el autor expresa subjetivamente, en primera persona, su inquietud por
el paso del tiempo y la proximidad de la muerte.
2. ARGUMENTO
El autor se sorprende de la rapidez con que ha envejecido y de cómo le ha
abandonado la salud; cae en la cuenta de que la vida ha pasado sin que él lo
advirtiera, y de que está próxima su muerte.
3. TEMA
El tema, frecuente en Quevedo y común en la época en la que escribe, es el
tópico literario del tempus fugit, la fugacidad de la vida. Aparece
claramente expresado en el título del poema: “Represéntase la brevedad de lo
que se vive y cuán nada parece lo que se vivió”.
4. ESTRUCTURA
El poema es un soneto: consta, por tanto, en su estructura externa, de dos
cuartetos y dos tercetos. No se puede establecer con claridad una división
desde el punto de vista interno, ya que, al tratarse de un poema lírico, no
hay apenas trama argumental. No obstante se distinguen los siguientes
núcleos de contenido:
-En los dos cuartetos: el poeta expresa su sorpresa y desconcierto cuando
cae en la cuenta de que es anciano y no goza de salud: “¡Que sin saber cómo
ni adónde / la salud y la edad se hayan huido!”.
En los tercetos: el poeta reflexiona y concluye que la vida es tan breve
que no es posible distinguir la infancia de la vejez: “En el Hoy y Mañana y
Ayer junto / pañales y mortaja”.
5. ASPECTOS FORMALES
Poco habría que añadir acerca de la métrica del poema. La estructura del
soneto es conocida: versos endecasílabos con rima consonante ABBA ABBA CDC
DCD. Desde el punto de vista fónico, llama la atención las frecuentes
exclamaciones y la interrogación del primer verso, que comentaremos más
adelante. Esto, y el encabalgamiento abrupto en los versos 12-13, son
recursos prosódicos propios de la estética barroca, exagerada, desmesurada,
y expresan muy bien el estado de malestar e inquietud del poeta, conforme
hemos apuntado al hablar del tema.
Lo mismo sucede al analizar los recursos literarios del nivel
morfosintáctico. El estilo sentencioso, gracias al asíndeton, en el primer
terceto, dota al poema de gravedad y patetismo: “Ayer se fue; Mañana no ha
llegado; / Hoy se está yendo sin parar un punto” (con la recuperación de
estos mismos términos, subrayándolos mediante un polisíndeton, en los versos
finales: “En el Hoy y Mañana y Ayer, junto / pañales y mortaja, y he
quedado...”). Obsérvese el predominio de formas verbales en pretérito
perfecto compuesto, para indicar que el pasado guarda una relación con el
presente, que la vida es un todo unitario y no tan inabarcable como cabría
pensar. Un efecto similar logra Quevedo con los versos: “Hoy se está yendo
sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado”, en los que la
perífrasis con un verbo de movimiento incide en la sensación de fugacidad y
de tiempo efímero, a lo que se suma de nuevo el polisíndeton que encadena
los tres verbos sustantivados, de los que hablaremos enseguida.
Porque, sin duda, los recursos más sobresalientes son los de carácter léxico
y semántico. Téngase en cuenta que Quevedo es el principal representante del
Conceptismo, movimiento literario barroco basado en el ingenio y la ruptura
del equilibrio en el plano del contenido, mediante juegos de palabras,
asociaciones ingeniosas de ideas, metáforas, dilogías, etc.
El primer juego de palabras está en el verso 1, ya que el poema comienza con
la interjección habitual en la época para llamar a una casa, pero se
sustituye “casa” por “vida”: “¡Ah de la vida!”. La suspensión y la dramática
interrogación (“¿Nadie me responde?”) imbuyen desde el principio al lector
en un contexto de desolación e incluso de vértigo existencial. A
continuación, dos versos en paralelo en los que el autor personifica los
conceptos de fortuna y tiempo (“La Fortuna ... Las Horas”, de reminiscencias
clásicas), igual que en la estrofa siguiente “la Salud” y “la Edad”, a las
que confiere la propiedad animada de huir. En los tercetos, hay otros
términos implícitamente personificados, porque están escritos en mayúscula:
los adverbios (sustantivados) “Ayer”, “Hoy”, “Mañana”: no hay un modo mejor
de manejar conceptos abstractos que personificarlos a través de sustantivos
concretos (en algunos casos con el artículo determinativo, en otros además,
como acabamos de decir, por el empleo de la mayúscula).
Este recurso -la sustantivación- alcanza el punto culminante en el verso
“soy un fue, y un será, y un es cansado”. Ahora es el poeta en primera
persona el que expresa su asombro y perplejidad con esta ingeniosa metáfora,
que es también una paradoja: la vida del hombre –no cualquiera, sino la del
poeta en concreto- es a una vez pasado, futuro y presente. El pesimismo se
hace patente gracias al adjetivo “cansado”, que califica su estado actual y
enlaza semánticamente con los conceptos de “salud” y “calamidad” (hipérbole
muy propia del autor) de las estrofas anteriores.
El último terceto constituye el anticlímax y el tono del autor ahora es
resignado. En primer lugar, recupera, en forma de quiasmo semántico los tres
conceptos del verso 11 (pasado-presente-futuro), con los que gráficamente
expresaba el paso inexorable del tiempo, mediante la terna de adverbios
hoy-mañana-ayer; a continuación utiliza una metonimia, “junto pañales y
mortaja”, antítesis con la que abunda en la idea de brevedad de la vida y
condición efímera del ser humano, y termina el poema con una explícita
mención de la muerte: “he quedado (es decir, ‘vengo a ser’, ‘esto es lo que
queda de mí’) presentes sucesiones de difunto”. El resultado de la
reflexión, la conclusión, es la última palabra del poema: “difunto”.
6. RELACIÓN DEL AUTOR CON LA ÉPOCA LITERARIA
Hemos comentado que el autor, Quevedo, es el principal representante del
llamado Conceptismo barroco, y ya ha quedado suficientemente manifiesto en
el apartado anterior cómo este es un poema conceptista. La obra lírica de
Quevedo fue agrupada, póstumamente, en dos grandes volúmenes: El Parnaso
español y musas castellanas, al que pertenece nuestro poema, y Las
tres últimas musas castellanas (1670).
En ambas obras hay más de 800 composiciones, la mayoría sonetos, en los que
se expresa la dualidad del carácter de este genio de las letras castellanas.
Porque el rasgo más característico de Quevedo era su exacerbada sensibilidad
moral, que le llevaba a exaltar con la misma vehemencia la justicia, la
autoridad, la moralidad, que a denunciar la falsedad y el desorden de las
costumbres de la época en la que vivió.
Por eso, se tiende a dividir su producción lírica en dos tipos de
composiciones: las de tono grave (desde poemas “metafísicos” –como el que
comentamos- hasta los religiosos, ascéticos o políticos), y las de tono
satírico-burlesco, entre los que destacan sus conocidísimas invectivas
contra su rival literario, Góngora, máximo exponente de esa otra cara del
Barroco llamada Culteranismo. Si a los conceptistas les interesaban los
golpes de efecto, la ruptura del equilibrio en el contenido, los culteranos
o gongoristas pretendían también el efectismo pero sólo en el plano de la
forma y en la consecución de la Belleza estética mediante un lenguaje
poético, un código alejado de la lengua común.
En cualquier caso, unos y otros ponen de relieve el espíritu de este siglo
XVII en el que se inicia una progresiva decadencia de la vida política y
social en España, bajo el mandato de los últimos Austrias. Los temas y las
fuentes de inspiración seguían siendo las del Renacimiento: el amor, la
naturaleza, el paso del tiempo, pero ahora el tono es pesimista y exagerado,
y no se busca el equilibrio y la belleza, sino el efectismo y la sorpresa,
la originalidad del autor, no la imitación de un canon.
Quevedo fue un autor prolífico y cultivó, aparte de la poesía lírica, la
novela picaresca (El Buscón) y la prosa doctrinal (Los
sueños, Vida de Marco Bruto). En toda su obra, tanto prosa
como verso, aparece la dualidad de la que hemos hablado y ese pesimismo que
hemos observado en el texto.
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