1.
Edad Media.
2.
Renacimiento.
3.
Miguel de
Cervantes.
4.
Barroco.
5.
Neoclasicismo.
6.
Romanticismo.
7.
Realismo y Naturalismo.
8.
Modernismo y
Generación del 98.
9.
Vanguardias y
Novecentismo.
10.
Generación del 27.
11.
Teatro anterior al 36.
12.
Literatura
española desde 1939.

1. ORIGEN
Y EDAD MEDIA
INTRODUCCIÓN
Las lenguas romances o románicas,
entre ellas se encuentran en España el castellano, el gallego y el
catalán/valenciano, se consideran una evolución de la lengua latina hablada en
las tierras que en un tiempo fueron parte del Imperio Romano. En cada territorio
esa lengua evolucionó de un modo diferente dando lugar a diversos dialectos. En
el caso de España, los principales dialectos (gallego-portugués, astur-leonés,
castellano, aragonés y catalán) se extendieron en forma de cuña hacia el sur
según avanzaba la Reconquista. También en las tierras ocupadas por los árabes se
formaron dialectos románicos. El más representativo es el mozárabe, del que
tenemos hoy un rico vestigio en la misa del rito hispano-mozárabe que cada
domingo se celebra en la catedral de Toledo.
Poco sabemos, realmente, de esos dialectos, ya que su transmisión fue oral, no
escrita. Y hasta avanzado el siglo IX no encontramos algunos textos; eso sí, muy
primitivas.
Por lo tanto, la lengua oficial y escrita durante muchísimo tiempo fue el latín,
lengua culta y de referencia hasta épocas recientes. España fue, además, un
referente durante la última etapa del Imperio Romano. De aquí salieron
emperadores como Adriano, Trajano y Teodosio (este último impulsó en 380 la
conversión al catolicismo del Imperio); hijo de cordobés fue el gran emperador
filósofo Marco Aurelio; también cordobeses ilustres fueron el filósofo
Séneca y
el poeta Lucano; gaditanos fueron Columela (botánico y filósofo) y
Cornelio Balbo (uno de los principales asesores de Julio César); bilbilitano el poeta
Marcial; calagurritano Quintiliano (uno de los mejores profesores de retórica de
la Edad Antigua).
En la época visigoda nos encontramos el primer gran gigante que irá forjando el
sentimiento de unidad los pueblos peninsulares: san Isidoro de Sevilla
(556-636), autor de Etimologías, una especie de gran enciclopedia de todo el
saber de la época. Consigue inculcar la idea de que el pueblo germano, en ese
momento fuertemente asentado en la península, es el heredero de la grandeza
cultural de Roma. Este convencimiento será una cuestión fundamental ya que
impulsará la tarea de la reconquista que se iniciará en el siguiente siglo tras
la invasión árabe. Aunque cuando escribía san Isidoro nadie pensaba que un
pueblo entonces tan vigoroso, militar y culturalmente, entraría en tan poco
tiempo en semejante decadencia. Esa idea de herederos de Roma arraigó tan
profundamente en los tiempos de la Reconquista que hasta el propio Alfonso X el
Sabio (1221-1284) aspiró durante décadas al trono del Sacro Imperio Romano
Germánico.
Durante largo tiempo el latín, como lengua vehicular culta, se consideró la
única lengua escrita. Conforme pasa el tiempo, apenas se habla y casi ni se
entiende fuera de los monasterios, se empieza a considerar sustituirla también
como lengua escrita. Y fue precisamente Alfonso X quien da este paso, designando
el castellano como nueva lengua oficial del reino. En ella se escribirán las
leyes por las que se regirán sus súbditos. Eligió el castellano por razón de
conveniencia, era la que se hablaba en el centro peninsular, en Castilla, quien
llevaba el mayor peso en la reconquista. Aunque resulta curioso que como lengua
poética eligiera el gallego, en esta lengua escribió las deliciosas e ingenuas
Cantigas de Santa María, una colección de milagros protagonizados por la Virgen.
PRIMEROS TEXTOS
Alrededor del siglo X se
encuentran las primeras palabras escritas parecidas al castellano. Son pequeñas
aclaraciones, o glosas, que explican o traducen algunos textos eclesiásticos
para facilitar su comprensión. Las más conocidas son las glosas emilianenses (s.X)
y silenses (s.XI), de los monasterios de San Millán de la Cogolla (en La Rioja)
y Santo Domingo de Silos (norte de la provincia de Burgos). En el año 2010 la
RAE (Real Academia Española) publicó los trabajos realizados sobre los
Cartularios de Valpuesta (en la provincia de Burgos, en la frontera con Álava)
en los que adelanta un siglo estas primeras manifestaciones.
LÍRICA POPULAR
Ya como lengua literaria las
manifestaciones más antiguas son líricas: las jarchas (s.XI-XIV). Son pequeños
poemitas de amor en dialecto mozárabe (o romance andalusí, habla romance en las
zonas ocupadas por los árabes) al estilo de las cantigas de amor del norte
peninsular (lamentos de amor de la amada por la ausencia del amado) que aparecen
al final de composiciones cultas árabes o hebreas llamadas moaxajas, una
creación poética de la Andalucía musulmana. Dos curiosidades: fueron
descubiertas casi casualmente en 1948 por el hebraísta Stern, que estudiaba la
poesía hispano-hebrea; y tienen la peculiaridad de ser, de momento, los más
antiguos vestigios de la lírica popular europea.
La similitud de temática y estilo entre las poesías populares peninsulares hace
pensar que había una conexión que traspasaba las fronteras políticas. Las
características comunes en esa poesía de transmisión casi exclusivamente oral
(muchos años después la encontraremos escrita) son su brevedad, sencillez, muy
sentida, llenas de vocativos y exclamaciones, destinada al canto, con temáticas
similares que van evolucionando con el tiempo. Los temas más primitivos son los
lamentos de la amada dirigida a la madre o a la naturaleza por el abandono o la
ausencia del amado. Se irán incorporando una estructura métrica más compleja y
una temática más variada, no solamente amorosa sino temas relacionados con la
vida cotidiana del pueblo: siega, romería, bodas, vendimia, satíricas, llantos o
endechas, etc.
Hacia el s.XII-XIII se desarrolla una poesía en romance provenzal, de la
Provenza francesa que baña el Mediterráneo, difundida por los trovadores (cansós
de temática amorosa, pastorelas sobre escenas campestres y sirventés de carácter
satírico) que a través del Camino de Santiago se fue difundiendo desde el norte
de España.
De esa influencia conservamos del s.XIII, en la lírica gallego-portuguesa, las
cantigas de amor (puestas en boca del amado) y las cantigas de escarnio o
maldecir de carácter burlesco.
Y es en el siglo XIV cuando encontramos las primeras manifestaciones escritas en
Castilla. La más representativa y popular es el villancico, que incluye
estribillo y glosa, de gran variedad de temas, entre ellos el de temática
religiosa que todavía se canta en Navidad. Otras composiciones populares fueron
las albas (una muchacha espera a su amado al amanecer), las albadas (canto de
lamento de los amados por separarse al alba), las mayas (exaltan el triunfo del
amor en la primavera), y las serranas (encuentro de un caballero perdido en la
sierra con una serrana a la que requiere de amores). Estas últimas composiciones
las puso de moda un poeta culto, el marqués de Santillana.
Con el paso del tiempo algunas de estas obras fueron evolucionando hasta quedar
fijadas en una composición muy característica de nuestra literatura: el romance.
De él hablaremos más adelante.
CANTAR DE GESTA Y MESTER DE
JUGLARÍA
Junto a la poesía lírica se
desarrolló una poesía narrativa: el cantar de gesta. A imitación de las
narraciones fantásticas medievales europeas se desarrolla en España unos
extensos poemas que narran las hazañas del héroe castellano que se enfrenta
principalmente al invasor árabe. De transmisión oral, con versos que oscilan
entre las 12 y 20 sílabas, con rima asonante agrupadas en tiradas, son recitadas
con maestría por el juglar, de ahí el nombre de mester de juglaría (el oficio
del juglar). Este viajaba de pueblo en pueblo, preferentemente en las fiestas y,
junto con otras actuaciones y noticias de las guerras de entonces, recitaban
estos cantares en los que se exaltaba las virtudes guerreras y humanas del
héroe.
Aunque suponemos que tuvieron su esplendor entre los siglos XII a XIV únicamente
nos ha llegado, casi entero, el Cantar de Mio Cid, que narra las hazañas de
Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Es la primera obra narrativa que
conservamos en nuestra lengua; es una copia firmada por Per Abbat de principios
del siglo XIII. Destacamos de la obra:
– Contiene tres cantares, el primero de los cuales, el Cantar del destierro, es
el más fiel a los hechos históricos. El Cid debe partir desterrado por orden del
rey Alfonso VI (faltan los primeros versos que explicarían el motivo, conocido
por otras fuentes) y busca recuperarlo mediante heroicas conquistas en tierras
de moros. Con la entrada en Valencia, el Cid es perdonado y recibe el favor y
reconocimiento del rey.
– Los dos siguientes cantares, el Cantar de las bodas y el Cantar de la afrenta
de Corpes, son invenciones novelescas en las que se destaca el buen hacer del
Cid y sus hombres –castellanos– frente a los infames infantes de Carrión
–leoneses–. La rivalidad entre territorios, como se ve, viene de lejos.
– El Cid es presentado como modelo de caballero medieval: buen esposo, padre y
amigo, buen vasallo y cristiano, implacable en la batalla, pero generoso en el
reparto del botín y misericordioso y respetuoso con el enemigo.
– Redactado en estilo arcaizante (para resaltar su antigüedad), destacan los
epítetos dignificadores del Cid (el que en buena hora nació, qué gran vasallo si
tuviera buen señor), la búsqueda de la verosimilitud en lo narrado (frente a
otros cantares de gesta europeos llenos de elementos fantásticos), también en
las detalladas descripciones de los lugares.
De las demás obras apenas conservamos unos pocos versos del Cantar de Roncesvalles (hacia 1250) y de las
Mocedades de Rodrigo (hacia 1360). Del resto
encontramos referencias en otros textos, así como su huella en los romances
históricos.
MESTER DE CLERECÍA
Parece ser que, viendo el éxito de
los cantares de gesta, algunos clérigos utilizaron las mismas técnicas para,
además de divertir y entretener, ir transmitiendo los valores y devociones
cristianas de manera festiva. La obra más rica, y que nos dio el primer autor
conocido de nuestra literatura, es Milagros de nuestra Señora de
Gonzalo de
Berceo (1198-1264), monje del conocido monasterio de San Millán de la Cogolla.
En ella, tras una breve introducción alegórica que nos anima a ser devotos de la
Virgen, nos cuenta, siguiendo el estilo del arte juglaresco, veinticinco
milagros marianos de diversas tradiciones a los que no les falta, lógicamente,
la moraleja moral. A Berceo se le atribuye también composiciones de santos
afines al monasterio donde residió, como Vida de San Millán,
Vida de Santo
Domingo de Silos, Poema de Santa Oria o el Martirio de San Lorenzo.
Utiliza la estrofa cuaderna vía, o tetrástrofo monorrimo, cuatro versos
alejandrinos (catorce sílabas por verso) con la misma rima consonante. Al ser
una composición culta y escrita, el lenguaje, métrica y rima están más cuidados.
Conservamos algunas obras anónimas del mester de clerecía del s.XIII, como el
Libro de Alexandre, que narra las fabulosas aventuras de Alejandro Magno en más
de diez mil versos, y el Libro de Apolonio, que recoge una historia muy popular
en la Edad Media, la vida de Apolonio, rey de Tiro. También una copia tardía del
Poema de Fernán González, que procede a su vez de un viejo cantar de gesta del
héroe castellano.
Mención aparte merece el Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita
(1283-1351), una singular obra del s.XIV, colección de historias heterogéneas
cuyo hilo argumental gira en torno a una ficticia autobiografía, un tanto
escandalosa, del autor. Junto a poemas en loor a la Virgen, fábulas y apólogos
morales encontramos composiciones profanas inspiradas en el Ars amandi de
Ovidio, serranillas, pastorelas, parodias de tipo goliardesco, la historia de
Trotaconventos (predecesora de La Celestina), batallas carnavalescas entre
don
Carnal y doña Cuaresma, etc. Todo un popurrí de elementos medievales más
destinados a la diversión y a la burla que a fines morales.
ROMANCERO
A finales del s. XIV decae el
interés por los cantares de gesta. El público prefiere escuchar únicamente los
fragmentos más emocionantes. De esta evolución surge el romance, largas tiradas
de versos octosílabos de rima asonante los pares (de ahí que se considere
proveniente de los versos monorrima asonante de las aproximadamente dieciséis
sílabas del que constaba las obras del mester de juglaría).
Clasificamos en tres grupos los romances de esta época, todos ellos anónimos y,
al ser de tradición oral, con diversas versiones:
– Los histórico-épicos, que relatan fragmentos de la historia: la pérdida de la
península (Romance del rey don Rodrigo), historias fronterizas (Abenámar),
conflictos en Castilla (Romance del rey don Sancho, romance de doña Urraca), y
los más numerosos giran en torno a la figura del Cid.
– los novelescos, que relatan aventuras inventadas: Romance del cautivo,
Romance
del conde Arnaldos, Romance de Lanzarote (que versionó Cervantes en el capítulo II de
Don Quijote).
– los líricos en los que expresan intensos sentimientos: Mañanitas de San Juan,
Fontefrida, Romance de la Rosafresca.
Estos poemas son, a su vez, agrupados bajo la denominación de Romancero Viejo.
La razón es que a partir del siglo XVI y hasta nuestros días poetas cultos
utilizaron esta estructura por su belleza lírica formando el llamado Romancero
Nuevo, los principales autores fueron: Lope de Vega, Luis
de Góngora, Francisco
de Quevedo, Duque de Rivas, Unamuno, Juan Ramón Jiménez,
García Lorca, Gerardo
Diego, etc.
LÍRICA CULTA
A comienzos del siglo XII surgen
los primeros poetas individuales: aquellos que toman conciencia de que la obra
es una creación suya personal. La escriben en lengua vulgar, que dará lugar al
provenzal (en el sur de Francia), recitado en ambientes cortesanos, de cuidada
estética y temas preferentemente amorosos. Se les denominaron trovadores ya que
su oficio era el de componer versos en lengua vulgar (el nombre de poeta se
reservó a quienes lo hacían en latín). Se extendió con rapidez por las cortes de
Aragón y el condado de Barcelona donde alcanzó a principios del siglo XIII y
florecimiento singular.
La lírica culta provenzal va
evolucionando, hacia el siglo XV, en una lírica culta cortesana. Recopilados en
cancioneros, escrita para ser leía o cantada, cuyo tema principal es el
amor
cortés. Es el amor de un caballero hacia una dama de alta alcurnia, inaccesible,
tanto por su condición social como por estar casada. Es un amor idealizado del
que se siente prisionero y por el que sufre toda clase de penalidades.
Otro tipo de poesía diferente es la poesía alegórica, de temática elevada y
estilo complejo, métrica elaborada y artificial, con un alto dominio de un
lenguaje exquisito y plagado de los recursos literarios, principalmente juegos
de palabras.
Los principales autores que trabajaron estos formatos son el Marqués de Santillana,
Juan de Mena y Jorge Manrique. Íñigo López de Mendoza, marqués de
Santillana de estilo exquisito, cultiva la poesía culta como otra popular. Entre
estas últimas destacaron sus serranillas. Son pequeños poemillas de versos
cortos en los que un caballero se pierde en la sierra y se encuentra con una
bella serrana a la que corteja, pero de la que recibe calabazas. También tiene
el honor el señor marqués de ser el introductor del soneto la composición
estrófica más exitosa de nuestra literatura (Sonetos fechos al itálico modo).
Juan de Mena destaca por una obra alegórica: El Laberinto de Fortuna
o Las Trescientas. Casi trescientas estrofas, coplas de arte mayor, en las que viaja
al palacio de la Fortuna donde contempla el pasado, presente y futuro
(caracterizadas por las tres ruedas, dos fijas y una en continuo movimiento). Es
una obra moral, al estilo de la Divina Comedia de Dante (donde encontramos,
además de un guía –la Providencia–, los círculos de ascenso del Infierno, al
Purgatorio y Paraíso, las referencias a los nobles del momento, etc.). Pero el
autor más relevante de esta época fue, sin duda, Jorge Manrique. Un ejemplo de
caballero batallador, noble y culto, que combinó las intrigas políticas de la
época con la creación de numerosos poemas amorosos. Su obra inmortal son las
Coplas por la muerte de su padre, una de las elegías más sublimes de la
literatura. Compuesta por cuarentas coplas de pie quebrado –o estrofa manriqueña–
en ellas hace una reflexión sobre la brevedad de la vida y la caducidad de los
bienes terrenales (coplas I-XIV), ejemplifica el tópico literario ubi sunt?
(¿dónde está aquella gloria terrena?) con personajes y acontecimientos de la
época reciente (coplas XV-XXIV), y termina con un elogio de la vida de su padre
y su feliz recompensa en la eternidad (coplas XXV-XL).
PROSA MEDIEVAL
La separación entre el latín y el
incipiente castellano se manifiesta más en la calle que en los documentos
escritos. Los pocos que saben leer lo hacen en latín, ¿para qué escribir en una
lengua en la que nadie lo ha hecho antes? Ese paso lo realiza de modo oficial
Alfonso X el Sabio. Viendo que la brecha crece inexorablemente decide otorgar al
castellano carta de naturaleza y se convierte en lengua oficial del reino.
Pretende transcribir todo el saber de la época a la nueva lengua. Ingente
trabajo. Para ello se apoya en la Escuela de Traductores de Toledo, institución
creada por D. Raimundo, obispo de Toledo, hacia 1140. D. Raimundo inició el
acercamiento de las tres culturas (árabe, hebrea y judía). Tenía especial
interés en la recuperación de la filosofía y ciencia griegas que se había
perdido en Occidente y se conservaban en árabe. Tiempo después, ya en el siglo XIII y con más medios, el rey retoma esta tarea con la ayuda de sabios hebreos,
árabes y cristianos. Pasan al castellano todo el saber de la época. Conocidas
son Las siete partidas, originalmente Libro de las Leyes, –conjunto de normas
que regulaban el funcionamiento del reino, abarcando todos los ámbitos de la
vida–, Estoria de España y la Grande e General Estoria –obras históricas–,
Tablas astronómicas alfonsíes –estudios de astronomía– y Libros del ajedrez,
dados e tablas –libros de entretenimiento–. Y para que el castellano esté
preparado para ser lengua de la ciencia y cultura, se establecen unas normas
ortográficas, se incorporan términos científicos y cultos y se perfeccionó su
sintaxis.
Un sobrino del rey Alfonso X iniciará la prosa de ficción. Y lo hará a lo
grande. Escribirá, hacia 1335, El conde Lucanor (Libro de los ejemplos del conde Lucanor et de Patronio), cuya parte principal lo ocupan 51 cuentos moralizantes
tomados de diversas fuentes (árabes, griegos, orientales, bíblicos, populares, o
colecciones de cuentos como Las mil y una noches o Calila e Dimna) con la
intención de formar el ideario del caballero medieval. Todos tienen la misma
estructura: el noble conde plantea un problema a su consejero Patronio que le
responde mediante un cuento, del que extrae una enseñanza que pone en práctica y
que le procura la solución satisfactoria del problema; manda que sea escrita y
plasmada en una moraleja, en forma pareado, al final de cada narración. D. Juan
Manuel, Príncipe de Villena, sobrino de Alfonso X y nieto de Fernando III el
Santo dejará en esta obra un estilo personal de narrador de historias, original
en la Europa de entonces. En la década siguiente llegará el Decamerón del
italiano Boccaccio y los Cuentos de Cantérbury del inglés Chaucer.
TEATRO
Muy poco se conserva en nuestra lengua del teatro medieval. Apenas 147 versos
del Auto de los Reyes Magos, compuesto probablemente en Toledo a finales de
siglo XII. Representa una simpática conversación entre los tres reyes y de éstos
con Herodes (aquí queda interrumpido el fragmento).
La siguiente obra que conservamos es del siglo XV: Representación del Nacimiento
de Nuestro Señor del palentino Gómez Manrique (tío de Jorge Manrique y sobrino
del Marqués de Santillana), escrita para la Navidad de 1476 por encargo de una
hermana suya clarisa, aunque con más calidad lírica que acción dramática.
Tenemos que esperar a finales de ese siglo para conocer al patriarca del teatro
español: el zamorano Juan del Encina, que publica en 1496 su primer Cancionero,
reeditado en sucesivas ocasiones, con obras dramáticas religiosas y cortesanas
que marcará un estilo que desarrollarán autores posteriores.
La Celestina (o Tragicomedia de Calisto y Melibea) fue considerada la mejor obra
en nuestra lengua hasta la aparición del Quijote. Es una peculiar obra
dramática, de difícil clasificación porque se encuentra a caballo entre el Medievo y el Renacimiento, tanto en estilo literario como en su temática y
enfoque. Publicada inicialmente en Burgos en 1499 con dieciséis actos.
Posteriormente aparece en Zaragoza en 1507 ampliado hasta los veintitrés actos.
En la introducción ("El auctor a un su amigo") cuenta que encontró escrito el
primer acto, se entusiasmó y decidió concluirlo. De aquí que algunos consideren
que haya dos autores. Asimismo, a continuación, aparecen unos versos acrósticos
en los que encontramos al autor: el bachiller Fernando de Rojas, natural de la
Puebla de Montalbán (de familia de judíos conversos y alcalde mayor de Talavera
de la Reina donde murió). En la obra que muestra la crisis de los valores
medievales y la irrupción en nuestra literatura del incipiente Renacimiento.
Dirigida a un público culto y universitario (las referencias clásicas son
continuas), nos presenta unos personajes perfectamente individualizados en una
sociedad en crisis. Prima el egoísmo y la codicia, el disfrute de los placeres
como único fin de la existencia, se ridiculiza tanto el honor como la lealtad de
los siervos a sus señores. El cuerpo central es una historia de amor (de
platónico a carnal) de dos jóvenes burgueses, ociosos y sin ideales, que son
manipulados por unos criados carentes de escrúpulos. La figura principal es una
vieja alcahueta que ha sabido abrirse paso a través de su ingenio y del
conocimiento de las bajas pasiones de los hombres; aunque serán esas mismas
pasiones las que le llevarán a su perdición. Encontramos en la obra un doble
plano: el moralista medieval, pues está "compuesta en reprensión de los locos
enamorados", donde todo vicio encuentra su castigo, y el renacentista vitalista
del disfrute sin cortapisas del placer. Estos dos planos, no obstante, los vamos
a encontrar con frecuencia fusionados en las obras españolas de estos siglos.
Estilísticamente llama la atención el dominio del lenguaje, tanto culto,
refinado y aristocrático (abundantes figuras retóricas, imágenes del amor
cortés, citas eruditas, prosa compleja latinizante) como del lenguaje popular,
coloquial y vulgar. Fernando de Rojas nos deja su propia visión pesimista,
desengañada y angustiada del mundo, propia, quizás, de su situación de judío
converso.
Otra controversia es el género en el que lo incluimos. Tiene estructura teatral:
carece de narrador, aunque también de acotaciones, y es de carácter dialogal,
aunque sus parlamentos y extensión lo hacen irrepresentable. Se entiende, más
bien, que fue compuesto para ser leído.
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES
Poesía:
– Selección de jarchas
mozárabes,
serranillas
del Marqués de Santillana (La vaquera de la finojosa).
Épica:
– Cantar de Mio Cid
(arreglado por Ediciones Castalia o Cátedra).
Cuentos:
– El conde Lucanor
de Don Juan Manuel (adaptación al castellano actual de Editorial Bambú). En
Cervantes virtual.
– Milagros
de Nuestra Señora
de Gonzalo de Berceo (de
Castalia o Cátedra).
– Calila
e
Dimna
(adaptación al castellano actual de Editorial Páginas de Espuma).
– Romancero
Viejo
(en la
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)
Teatro:
– Auto de los Reyes
Magos (actualizado por
Ramón Menéndez Pidal en
Cervantes Virtual).
Música:
– Cantigas de Santa
María de Alfonso X.

Biblioteca del Monasterio del Escorial, fundada por
Felipe II y asesorado por los principales humanistas de la época (como
Benito Arias Montano) con la intención de que sirviera como lugar de estudio
y de trabajo científico: dibujos y grabados,
retratos de personajes, instrumentos matemáticos y científicos, mapas, esferas,
astrolabios, reproducciones de fauna y flora, monetario y medallero, etc.
2.
RENACIMIENTO.
INTRODUCCIÓN
El Renacimiento es un
movimiento cultural que nace en Italia en el siglo XIV y se va extendiendo al
resto de Europa durante el siglo XVI. Supuso un progresivo cambio de mentalidad
en Europa en el que intervienen numerosos factores: el movimiento humanista y su
visión antropocéntrica de confianza en las posibilidades del hombre, el
descubrimiento de América que abre nuevos horizontes de aventuras y conocimiento
para el hombre, la caída de Constantinopla, la creación de los estados
nacionales (España, Francia e Inglaterra), la difusión de ideas y conocimientos
a través de la imprenta, la ruptura de la unidad religiosa con la Reforma
protestante, la vuelta a los valores estéticos del mundo clásico greco-latino,
etc. Cada uno de esos elementos trajo consigo una pequeña revolución.
En España entra con la llegada al trono, en la primera mitad del siglo XVI, de
Carlos I, el primer monarca de la casa de Habsburgo. Fue uno de los momentos
culminantes de la hábil política de los Reyes Católicos, concentrando en sus
descendientes amplios territorios. El año 1492 es una fecha simbólica en la
historia de la península Ibérica, se va completando la unidad del territorio
desde la invasión árabe allá por 711 con la entrada en Granada en enero (quedará
Navarra en 1512 y Portugal en 1580), se configura la lengua castellana con la
publicación de la Gramática castellana del humanista Antonio de Nebrija (en la
que fijó la ortografía, dicción, morfología y sintaxis de la primera lengua
moderna, preparada para ser la lengua del nuevo imperio que se estaba formando)
y Cristóbal Colón llega al Nuevo Mundo. También ese año se consuma la expulsión
de los judíos de España (el último país europeo que lo hizo, siguiendo la
fórmula "cuius regio, eius religio" por la que los súbditos han de profesar la
misma religión que su príncipe). En el mundo de la cultura española, en 1499 el
cardenal Cisneros funda la Universidad de Alcalá (la actual Complutense) donde
promovió la Biblia políglota complutense una magna obra en hebreo, arameo,
griego y latín. Compitió con ella en esplendor la Universidad de Salamanca, cuna
de la intelectualidad del siglo XVI (recordemos a Francisco de Vitoria,
Francisco Suárez, Domingo de Soto o Melchor Cano), en donde se sentaron las
bases del derecho de gentes moderno (entre ellos el reconocimiento de los plenos
derechos de los indígenas americanos, algo revolucionario para la época), el
derecho internacional, la ciencia económica moderna y de donde salieron los
principales teólogos del Concilio de Trento. Otra cosa es que se respetaran esos
derechos, cuestión que tampoco está hoy resulta, con tantos medios como tenemos.
El Renacimiento español tiene unos rasgos diferenciadores con respecto al resto
de Europa:
– Por una parte, no hubo una ruptura radical con el Medievo, tanto en la
mentalidad como la coexistencia con la tradición poética popular.
– Por otra, se aprecia una evolución ideológica. Más italianizante, humanística
y pagana en el reinado de Carlos I, frente a otra, que coincide con Felipe II,
donde se configura una identidad propiamente española: la literatura se hace más
reflexiva y profunda, se mira más al interior, a lo popular, a lo tradicional,
también en la defensa de la fe católica frente a los movimientos reformistas que
se extienden por el norte. Quizás por eso también se mira más al Nuevo Mundo que
a Europa.
– Y, por último, tampoco hay una tendencia tan exagerada a la idealización de la
realidad, sino que se refleja, con frecuencia, tal y como es. Un claro ejemplo
lo encontramos en El Lazarillo de Tormes.
LÍRICA
Es, sin duda, el género que más se desarrolla. Influido por el gran poeta
italiano del siglo XIV, Francisco Petrarca, quien entroncó la lírica culta
medieval de estilo provenzal con la herencia clásica romana y griega. Incorpora
nuevo modo de analizar el mundo interior del hombre, del amor, de la belleza
femenina y de la naturaleza. A España llega con toda su fuerza a principios del
siglo XVI a través de Juan Boscán y de Garcilaso de la Vega.
Aunque siguen vigentes composiciones populares y medievales (el ejemplo más
claro es el romance), se introducen nuevas formas métricas en las que prima el
endecasílabo y la rima consonante: el soneto (traído por el Marqués de Santillana lo implanta definitivamente
Garcilaso de la Vega y Boscán), la lira
(nombre que proviene del primer verso de la Oda a la flor de Gnido de Garcilaso,
muy utilizada por fray Luis de León y san Juan de la Cruz), la
estancia (Égloga
I de Garcilaso), los tercetos encadenados y la octava real. Como recursos
estilísticos predominan la metáfora (buscan imágenes relacionadas con la
naturaleza), personificación (también referidos a elementos naturales),
epíteto
(embellecimiento del verso), aliteración (buscando musicalidad) e hipérbaton (en
la que se retuerce la sintaxis para acercarla a la latina).
Géneros poéticos que se revalorizan son la égloga (temática amorosa
protagonizada por pastores en escenario campestre idealizado), la epístola
(carta dirigida a un amigo de carácter moralizante y reflexivo), la elegía
(canto de dolor por la muerte de un ser querido), la sátira (en la que se
censuran comportamientos individuales o colectivos), la oda (composición de tipo
elevado) y la canción (utilizada principalmente para la queja amorosa).
Los tres grandes temas recurrentes son el amor, la naturaleza y la
mitología
clásica. El amor humano (siguiendo a Petrarca y al amor cortés, recorre todo el
itinerario amoroso: de la alegría del descubrimiento a la frustración por el
rechazo, abandono o muerte de la amada) y divino (que simbolizan la unión
mística del alma con el Dios), la naturaleza como marco incomparable (locus
amoenus) donde tiene lugar sus cuitas amorosas y las escenas mitológicas, a
través de los cuales expresan sus propios sentimientos (inspirados en Las
metamorfosis de Ovidio).
Se revalorizan los tópicos literarios latinos: carpe diem (aprovecha el
momento), beatus ille (dichoso aquel, elogio de la vida retira del mundanal
ruido), collige, virgo, rosas (coge las rosas frescas antes de que se
marchiten), locus amoenus (lugar agradable, en referencia a la naturaleza),
descriptio puellae (descripción de la joven: cabello de oro, frente de cristal,
dientes de perlas, labios de rubí, mejillas rosadas, cuello de marfil…), tempus
fugit (el tiempo huye), etc.
Tres grandes escuelas poéticas encontramos en España:
– Escuela petrarquista. Representada por Garcilaso de la Vega, Juan Boscán,
Gutierre de Cetina y Hernando de Acuña. Buscan la perfección formal, el
sentimentalismo, los temas amorosos y pastoriles.
Garcilaso de la Vega, toledano que nace con el siglo XVI, entró en servicio de
la corte de Carlos I, por quien peleará en Francia, Italia y Túnez. Con su amigo
inseparable Boscán descubrirá el floreciente renacimiento italiano del que
quedará prendado e imitará, superándolo, en sus obras (A la flor de Gnido,
A
Dafne, En tanto que de rosa y azucena, Estoy continuo en lágrimas bañado…).
Aunque casó, por mandato imperial con Elena de Zúñiga, tuvo su musa en la dama
de la reina Isabel Freire, a la que denominaría Elisa en sus obras (al igual que
Petrarca tuvo a Laura, Dante a Beatriz, Boccaccio a
Fiammetta). Muere de las
heridas provocadas por el asalto a la fortaleza francesa de Muy en 1536. Sus
obras, dos elegías, tres églogas, cinco canciones, una epístola, cuarenta
sonetos y tres odas y un epigrama escritos en latín, las rescató del olvido
Boscán.
– Escuela salmantina. Se distinguió por la profundidad y variedad de su temática
y el perfecto equilibrio entre la expresión y el contenido. Destacan fray Luis
de León, Francisco de Aldana y Francisco de la Torre.
Fray Luis de León, de ilustre familia conquense de ascendientes judíos, estudió
de niño en Madrid y Valladolid, donde acompañó a su padre en su trabajo en la
Corte. Ingresa en el convento de San Agustín de Salamanca. Allí se gradúa en
teología y es desde ese momento, uno de los más ilustres profesores de esa
universidad. De carácter justo pero agresivo, humilde y rebelde a la vez, le
granjeó numerosos adversarios y denuncias ante la Inquisición. La más conocida
fue motivada por una de las más bellas traducciones del bíblico Cantar de los
Cantares. Además de una rica obra en prosa, Fray Luis es uno de los máximos
poetas en lengua castellana y ha sido considerado siempre un clásico
indisputable. No se publicaron en vida sus versos: corrían copiados (y
admirados) de mano en mano, especialmente entre los estudiantes que lo
idolatraban; sus resonantes procesos, y su independencia, lo habían convertido
en una figura casi mítica. Su obra poética, sin embargo, es escasa: no llegan a
cuarenta los poemas, no muy extensos. Sus temas son variados: el elogio a la
vida tranquila, Oda a la vida retirada, el elogio a su amigo músico y ciego,
Oda
a Francisco Salinas, los acontecimientos históricos, Profecía del Tajo,
Oda a
Santiago, los motivos sacros, Oda a la Ascensión, la naturaleza y el universo,
Noche serena, etc. Le admiraron autores como Cervantes, (quien aludió a él con
el verso: "ingenio que al mundo pone espanto"), Lope de Vega y
Quevedo, que le
llamó, "el mejor blasón de la habla castellana".
– Escuela sevillana. Su principal representante es Fernando de Herrera, para
quien la poesía refleja la belleza de Dios en el amor y en las cosas. Es una
poesía brillante e imaginativa. Otros autores son Baltasar de Alcázar y
Juan de
la Cueva.
Mención especial merece la espiritualidad religiosa integrada en las tres
escuelas y muy presente en la segunda mitad del siglo XVI. San Juan de la Cruz
muestra con ella el proceso de elevación del alma y su unión con la divinidad
(Cántico espiritual, Noche oscura, Llama de amor viva, Tras un amoroso lance,
Canción pastoril a lo divino), el ascetismo que acabamos de ver de fray Luis de
León, que propone el acercamiento a Dios a través del abandono de los placeres
mundanos y el ejercicio de las virtudes (destacan sus Odas: Vida retirada,
a Francisco Salinas, En la Ascensión, Noche serena, etc.); la poesía sencilla y
elevada de Santa Teresa de Jesús. En prosa religiosa destaca Fray Luis de
Granada que escribió en latín, castellano y portugués.
NOVELA
La invención de la imprenta provoca una enorme difusión de la novela. Junto a
una literatura didáctica y religiosa, se pone de moda, como en Europa, una
novela de corte idealizante, principalmente sentimental, pastoril, morisca,
bizantina y de caballería. En ella, los protagonistas son personas nobles, de
finas y delicadas costumbres, que luchan contra terribles adversidades de las
que salen victoriosos y fortalecidos. Destacan las novelas pastoriles Los siete
libros de Diana (de Jorge de Montemayor), La Galatea (de Cervantes) y
La Arcadia
(de Lope de Vega); las novelas bizantinas El peregrino en su patria (de
Lope de
Vega) y Los trabajos de Persiles y Segismunda (de Cervantes); la novela morisca
Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa y las novelas de caballería
Amadís
de Gaula y Tirante el Blanco (de Joanot Martorell).
Pero la publicación en Burgos en 1554 de una obra anónima, rompe con el panorama
literario europeo. El Lazarillo de Tormes es una novela aparentemente
autobiográfica, cuyo protagonista es un marginado social (ahora llamado
antihéroe). Nada de lo que se relata está idealizado. Cuenta la vida de un
inocente niño dejado por su madre en manos de un ciego para que aprenda un
oficio. Es el oficio del pícaro: sobrevivir a base de engaño e ingenio. Pasa por
varios amos, entre ellos un clérigo y un hidalgo, que utiliza el autor para
hacer una sangrante crítica social. Y el final no es menos desalentador: el
ingenuo niño se ha convertido en un personaje deshonroso que, al menos, no pasa
hambre. Es el inicio de la novela picaresca que, dicho sea de paso, no está
lejos de la tradición realista de nuestra literatura pues encontramos ciertas
conexiones con el Libro de Buen Amor y con La Celestina. Al Lazarillo le saldrán
muchos imitadores: Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, El Buscón de
Francisco
de Quevedo, Vida de Marcos de Obregón de Vicente Espinel y, aunque con unas
características muy especiales, Rinconete y Cortadillo novela ejemplar de
Miguel
de Cervantes.
TEATRO
Dejando aparte la comedia humanística –un teatro destinado a la lectura en
ambientes cultos y universitarios de imitación clásica–, a comienzos del siglo XVI encontramos un incipiente teatro popular en el que destacan dos figuras:
– el extremeño Torres Naharro, quien escribe la primera preceptiva europea de
cómo debe ser el teatro: final feliz, cinco actos, decoro poético, entre seis y
doce personajes; y dividió las comedias en dos, "a noticia" las que se inspiran
en la realidad y "a fantasía" las de fantasía, aunque con ciertas notas de
verosimilitud. Su obra poética y teatral se publicó en Nápoles bajo el título
Propalladia (1517).
– Gil Vicente, que sintetiza muy bien lo medieval y lo renacentista, lo culto y
lo popular. Escribe con estilo sencillo obras de temas bíblicos y farsas
costumbristas.
De Italia llegarán las primeras compañías de cómicos italianos interpretando el
género llamado commedia dell’arte, piezas cómicas de tipos fijos –Arlequín,
Pantaleón, Polichinela, el Capitán, el Doctor, etc.– que, aunque el público no
entendía más que a medias, gustaba por su gesticulación. Lope de Rueda,
aprovechando su impulso, creó la primera compañía teatral española y popularizó
el género por toda la geografía. Creó sus pasos, escenas cómicas costumbristas
muy breves que se intercalaban entre obras extensas. Es el origen del entremés.
LITERATURA RELIGIOSA
Durante el reinado de Felipe II se produce el florecimiento de la literatura
mística y ascética, que encarna el espíritu de la Reforma Católica. El
protestantismo encontró una fuerte oposición en España ya que negaba todo
aquello por lo que se luchó durante muchos siglos: la Eucaristía, el culto a la
Virgen, la devoción a los santos... Ese sentimiento religioso se expresa en los
tratados doctrinales, en los sermones, en las cartas y guías espirituales de
fray Luis de Granada y santa Teresa de Jesús, y se hace poesía en san Juan de la
Cruz y en la misma santa Teresa.
En todos ellos, el ansia de perfección, impulsada por el amor y la fe, viene
señalada por la práctica de rigurosos sacrificios y sobre todo por la oración y
la meditación. Es lo que se conoce como ascetismo (del griego ascesis =
ejercicio). En algunos casos excepcionales (santa Teresa de Jesús y san Juan de
la Cruz) el alma llega al conocimiento experimental y de unión con Dios; a esto
se le denomina misticismo. En la mística hay una experiencia personal del alma
con Dios que llega gratuitamente tras un largo periodo de lucha espiritual.
Fray Luis de Granada escribió tratados ascéticos: Libro de la oración y
meditación, Guía de pecadores, Introducción al símbolo de la fe…
Santa Teresa de
Jesús, reformadora de la orden carmelita, escribió tanto obras ascéticas (Camino
de perfección) como místicas (El castillo interior o Las moradas) en un estilo
muy sencillo, utilizando comparaciones de la vida cotidiana.
San Juan de la Cruz, también reformador de la parte masculina de la orden del
Carmelo, es el autor místico más destacado. En sus obras describe la unión del
alma con Dios mediante símbolos, metáforas y otras figuras (con tanta fuerza y
arte que movimientos literarios muy posteriores copiarán su estilo, que no su
espíritu). Además, escribió comentarios en prosa a sus propias obras, para
facilitar su comprensión. Sus tres obras místicas inmortales son: Cántico
espiritual, Noche oscura del alma y Llama de amor viva.
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES
Poesía:
– Garcilaso de la Vega. Sonetos: X.
¡Oh dulces prendas por mi mal halladas…!, XI.
Hermosas ninfas que el río metidas. XIII.
A Dafne ya los brazos le crecían. XXIII.
En tanto que de rosas y azucenas. XXXVII.
A la entrada de un valle, en un
desierto. XXXVIII.
Estoy continuo en lágrimas bañado. Canción
A la flor de Gnido
y la Égloga I:
El dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso.
– Fray Luis de León: las
odas a Francisco Salinas,
a la vida retirada
y Noche serena;
la décima Aquí la
envidia y mentira…
Novela:
– El Lazarillo de Tormes.

La batalla de Lepanto, frente
a las costas griegas, en 1571 donde las naves cristianas, al mando de don Juan
de Austria, derrotaron a los turcos, lo que supuso el fin de su dominio y
amenaza en el Mediterráneo y que, según el entonces soldado Miguel de Cervantes,
fue "la más alta ocasión que vieron los siglos".
3. MIGUEL DE CERVANTES.
VIDA
Miguel de Cervantes Saavedra nace
en Alcalá de Henares en 1547 y muere en Madrid el 23 de abril de 1616.
Acostumbrado desde su infancia a las dificultades, su vida viajera y aventurera,
su gusto por la literatura y las armas le fue forjando una formación autodidacta
y observadora que plasmaría más tarde en su producción literaria.
Hitos relevantes de su vida fueron
la temprana afición a los pasos de Lope de Rueda, la influencia del maestro
humanista López de Hoyos, su traslado a Italia donde conoce el Renacimiento, su
carrera de soldado en la que participa en Lepanto, donde pierde la movilidad de
su brazo izquierdo, su posterior secuestro y presidio de cinco años en Argel, su
vuelta a España y las penalidades que padeció tanto personales como
profesionales, hasta que finalmente alcanza la fama que tanto persiguió ya,
prácticamente, al final de su vida. Por encima de todas sus penurias destaca su
actitud vitalista y optimista, junto con su fino humor, que tanto trasluce en
sus obras.
POESÍA
Siempre se quejó Cervantes
de las pocas cualidades que tuvo como poeta, por mucho que se empeñara en ello.
Destacan: Viaje del Parnaso obra narrativa en verso en la que
alaba o critica a los poetas contemporáneos suyos, y el soneto con estrambote
Al túmulo del rey
que se hizo en Sevilla con ocasión de los funerales en esa ciudad por Felipe II.
TEATRO
Se inició en el teatro clásico, en
la que destacan obras como Los tratos de Argel, en la que evoca su
tiempo de cautiverio, Numancia, tragedia de recreación histórica. Pero no recibe el
aplauso del público porque éste ya seguía los modos innovadores de la comedia
nueva instaurada por el genial Lope de Vega.
Imita entonces el nuevo estilo
pero sin apenas éxito. Publica en 1615 ocho comedias y ocho entremeses jamás
representados. Lo más original de su teatro son los entremeses. Las comedias
son: El gallardo español, Los baños de Argel, La gran sultana,
La casa de los celos, El laberinto de amor, La entretenida,
El rufián dichoso y Pedro de Urdemales. Los entremeses: El rufián viudo,
La elección de los alcaldes de Daganzo, La guarda cuidadosa, El vizcaíno fingido,
El retablo de las maravillas,
La cueva de Salamanca, El viejo celoso y El juez de los divorcios.
NOVELA
Cervantes es considerado el
creador de la novela moderna. Antes de su gran obra, cultivó casi todos los
géneros renacentistas. Su primera obra, publicada en 1585 es la primera parte de
La Galatea, novela pastoril a la que le profesó gran devoción pero que dejó
incompleta, quizás porque se había quedado anticuada.
En 1613 publica las novelas
ejemplares. Son doce novelas cortas al estilo italiano (novella). El nombre de
ejemplares se debe tanto a motivos estéticos –cómo se ha de escribir– como a
cierto propósito moral que podemos extraer de las enseñanzas de sus
protagonistas. Abarcan gran variedad de géneros, la mitad de tono realista y la
otra de carácter idealista. Son las siguientes: La Gitanilla, la más extensa,
aparece el rapto, el amor y el artificio de la agnición, inspirada en algunos
elementos autobiográficos familiares; Rinconete y Cortadillo, original novela
picaresca; El amante liberal, novela morisca donde también aparece el rapto;
La española inglesa, otro rapto donde una gaditana es llevada nada menos que a
la corte de la reina de Inglaterra; El licenciado Vidriera original enfermedad
en el que un estudiante, que cree ser de cristal, adquiere una preclara agudeza;
El celoso extremeño, trata el tema de los celos; La fuerza de la sangre,
novela casi policiaca; La ilustre fregona, Las dos doncellas, “La Señora Cornelia,
El casamiento engañoso y El coloquio de los perros Cipón y
Berganza.
Los trabajos de Persiles y
Segismunda es su última novela, de género bizantino, protagonizada por dos
jóvenes príncipes nórdicos enamorados que viajan por Europa antes de casarse,
publicada en 1617.
EL QUIJOTE
La obra culmen de Cervantes es El
Quijote, publicada en 1605 bajo el título de El ingenioso hidalgo don Quijote
de la Mancha. Diez años después, debido al plagio de un Fernández de
Avellaneda, decide publicar la segunda parte. La novela le deparó el éxito que
no obtuvo en la poesía ni en el teatro.
Como el gusto de la época se
inclinaba hacia los relatos de aventuras fantásticas y Cervantes prefería
historias verosímiles, encontró una fórmula para conjugar ambos gustos: un
hidalgo manchego pierde la cordura al creerse un caballero andante de modo que
decide ir por el mundo para buscar aventuras.
Entendemos que El Quijote es una
novela moderna por dos características, principalmente. La primera, su
complejidad psicológica: don Quijote y Sancho Panza son personajes profundamente
humanos, creíbles, con modos de ser casi opuestos, pero que se van mutuamente
influyendo, y cuyas personalidades evolucionan a lo largo de la obra, tanto que
se suele hablar de la quijotización de Sancho y de la ambigua locura de don
Quijote. La segunda característica es el realismo novelesco: la obra está llena
de referencias a lugares históricos y geográficos perfectamente reconocibles por
sus lectores, la España de comienzos del siglo XVII.
El humor es una constante en la
obra. Un elemento recurrente es la mezcla de lenguaje coloquial, culto y arcaico
(a imitación del lenguaje caballeresco) que provoca la sonrisa del lector.
Mucho se ha escrito sobre la
interpretación de la obra. Por un lado, es conocida la intención satírica
dirigida contra los ridículos y excesivos libros de caballería, novelas de
evasión tan alejadas de la realidad. Otra interpretación más profunda es la
lucha simbólica entre el hombre idealista, representado en don Quijote, y el
hombre realista y práctico, representado en Sancho Panza. Y una tercera
interpretación es la influencia manifiesta de las obras literarias en la vida de
las personas.
En cuanto a los temas de los que
trata El Quijote son abundantísimos. Baste citar algunos ejemplos: el amor
cortés (hacia su dama Dulcinea); la condición humana (y su perenne lucha entre
la idealidad y sentido práctico, belleza, libertad y egoísmos); la alta estima
hacia el mundo militar y el mundo de las letras; la crítica literaria (utiliza
momentos para expresar su propia teoría literaria); el humor (rasgo que acompaña
siempre a las obras cervantinas).
SELECCIÓN DE LECTURAS DE
CERVANTES PARA JÓVENES
– Poesía:
Al túmulo del rey que se hizo
en Sevilla.
– Teatro: El retablo de
las maravillas y
La cueva de Salamanca.
– Novela corta: La
Gitanilla;
Rinconete y Cortadillo;
El amante liberal;
La española inglesa.
– y, por supuesto, El
Quijote, aunque la edad
perfecta para leerlo sean los treinta años… Antes, se pueden hacer lecturas de
aproximación.

El corral de comedias. Ilustración que contiene todos los
elementos: el escenario elevado y decorado, la platea ocupada por quienes
se sientan en los bancos y los mosqueteros que permanecen de pie, a los
lados, los aposentos que ocupan los nobles y la cazuela, reservada
a las mujeres.
4.
BARROCO.
INTRODUCCIÓN
Quizás sea Cervantes el autor que
mejor sintetiza la unión entre Renacimiento y Barroco, entre idealismo y
escepticismo, entre la ingenua confianza en las posibilidades del hombre y la
visión pesimista y desengañada de la realidad. Porque son ambas caras de un
mismo universo cultural. Este segundo Siglo de Oro de nuestras letras (fijado
entre los años 1580 y 1700) coincide con la lenta decadencia del imperio forjado
por los Austrias mayores (Carlos I y Felipe II). Es el reinado de los Austrias
menores, cada cual más inepto que el anterior, Felipe III, Felipe IV y Carlos II,
que ceden el gobierno a validos que compiten en ineficacia entre sí. Se va
enganchando una crisis económica, social y política tras otra. En Europa se cede
hegemonía y territorios a las potencias emergentes. Se abandona el campo, se
disparan las pertinaces sequías y hambrunas, se llenan las ciudades de mendigos
y delincuentes, se expulsa a los moriscos –y, con ello, los eficaces cultivos de
las tierras–, se dispara la emigración a América en busca de oportunidades.
Y en medio de esta hecatombe, nuestra literatura llega a un nuevo cénit de
esplendor: Góngora, Quevedo, Lope de Vega, Tirso, Calderón,
Ruiz de Alarcón, Gracián…
CARACTERÍSTICAS LITERARIAS
Entramos en una época de
contrastes: decadencia y opulencia. Hay un agotamiento de los ideales de
equilibrio y armonía que se trocan por otros de decepción y desengaño. Se tiende
a la exageración y al contraste, la artificiosidad, la brillantez deslumbrante
pero poco natural, la agudeza y el ingenio en el lenguaje que busca sorprender
(metáforas, hipérboles, antítesis, dilogías, hipérbaton, cultismos, alegorías…).
El lenguaje se hace más difícil y elaborado; se enriquece notablemente el
léxico, se recuperan cultismos. Junto a una poesía de carácter popular, aunque
de sobresaliente riqueza literaria, se produce una poética culta, para un
público minoritario, que llegará a su máximo esplendor en las batallas
dialécticas entre culteranistas y conceptistas. Este contraste también aparece
en sus temas: una evasión de la realidad que la embellece e idealiza (Soledades
de Góngora) frente a una temática realista, amarga y desgarrada (El Buscón de
Quevedo). Aunque esta oposición es aparente (otro rasgo muy barroco). Ambos
tienen en común la búsqueda de un estilo artificioso, refinado, enigmático y
minoritario.
El culteranismo utiliza un léxico culto, cargado de latinismos, neologismos,
hipérboles e hipérbatos que dificulta su comprensión (un ruiseñor será para
Góngora una sirena con plumas y una cueva, un bostezo de la tierra), las
alusiones mitológicas serán continuas (para lo que requiere un profundo
conocimiento de la antigüedad clásica, especialmente de las Metamorfosis de
Ovidio), elegirá la poesía como principal forma de expresión por la sonoridad y
ritmo de las palabras. Su valedor principal es Luis de Góngora.
El conceptismo utiliza el lenguaje como juego verbal para mostrar el ingenio y
creatividad con el doble sentido de las palabras (los cuartos de luna son malas
monedas y oír los cuartos del reloj le recordaba lo pobre que era), crear
originales relaciones entre las palabras (un mulato es un hombre crepúsculo) o
crear nuevos vocablos (pelicabra, patibueyes…). Predomina el uso de figuras de
pensamiento (paradojas, antítesis, dilogías, metáforas, paronomasia, calambur
–verás sin ceros, los más sinceros–, etc.). Francisco de Quevedo, junto con
Baltasar Gracián son sus más dignos representantes. En un mismo autor, como en
el caso de Quevedo, podemos encontrar temas tan intrascendentes y cómicos
como Al mosquito de la trompetilla o A una nariz frente a otros
que expresan una honda reflexión Miré los muros de la patria mía…
LUIS DE GÓNGORA
Nacido en Córdoba, de familia acomodada, destinado a la carrera eclesiástica
para heredar unas rentas de un familiar. Se traslada, después de estudiar en la
Universidad de Salamanca, a Madrid, donde se relacionó enseguida con los
círculos literarios de los que formó parte visible. Enemigo literario, y algo
más, de Quevedo y Lope.
Su producción poética tiene dos grandes bloques: popular y culta.
En la primera utiliza los metros y estilos propios de la poesía popular que
reflejará en sus letrillas y romances como Ándeme yo caliente (en tono burlesco
y desenfadado desarrolla el tópico aurea mediocritas) o Amarrado a un duro banco
(sublime romance de un cautivo).
Bajo la influencia culterana compone dos bellos poemas: Fábula de Polifemo y Galatea y la inacabada
Soledades. La Fábula cuenta con gran maestría y ornamento
el desgraciado lance entre el cíclope Polifemo, la ninfa Galatea y el bello Acis.
En las Soledades, pretendía escribir cuatro extensos poemas alegóricos sobre la
vida humana, pero murió apenas iniciada la segunda parte.
Su producción poética se completa con varios sonetos de variados estilos:
amorosos (Mientras por competir con tu cabello), satíricos (Por tu vida Lopillo
que me borres), etc.
FRANCISCO DE QUEVEDO
Este madrileño, estudiante de los jesuitas y de las universidades de Alcalá y
Valladolid, fue de niño blanco de burlas –nació cojo y con una notable miopía–.
Pronto se refugió en la lectura y desarrolló una preclara inteligencia y
devolvió con creces las pullas y chanzas recibidas. Vivió unido a la corte donde
ambicionó cargos. Fue diplomático en diversos países y sufrió cárcel cuando sus
mentores cayeron en desgracia. Todo ello le ayudó a desplegar su destacada
facilidad para la sátira. Su obra satírica es la más extensa, emplea
preferentemente los romances, letrillas y sonetos, trasluciendo una visión
pesimista tanto de la política como de la sociedad española a la que critica con
dureza.
Como centro de sus ataques literarios estuvo Góngora y el culteranismo del que
abomina (no puede ser de otro modo en quien, como buen hombre barroco, es hombre
de extremos). Practicó la lírica amorosa con tal exquisitez, que es considerado
el gran poeta del amor del siglo XVII, algo paradójico pues se le consideraba
misógino, misántropo y, ya puestos, antisemita. Pero a todo esto no hay que
darle más valor que el gusto literario por la controversia.
Podemos dividir en prosa y verso, su variada y amplia producción.
En prosa. La novela picaresca Historia del Buscón llamado don Pablos donde crea
personajes inolvidables, cruelmente descritos por su baja calidad moral (tanto
el protagonista, el pícaro Pablos, como el dómine Cabra). Los Sueños, la obra
filosófica-moral de más calidad y repercusión del Barroco. En ella, mediante
alegorías y preciosistas juegos conceptistas, fiel a la más pura tradición
humanista de la época, realiza una profunda crítica social, de sus vicios e
hipocresías, a todos los estamentos de la época.
En verso se suele clasificar en tres grupos: amorosa, satírico-burlesca y moral.
En la primera sobresale por su originalidad, calidad y profundidad (Amor
constante más allá de la muerte); la segunda es la más popular donde muestra su
maestría en el dominio de la lengua castellana (Poderoso caballero); y en la
moral manifiesta su desengaño ante el mundo, los efectos del paso del tiempo y
su preocupación por la decadencia de España, a la que amó y defendió con pasión
(¡Ah de la vida!, Fue sueño ayer, mañana será tierra, El pecar se prefiere a la
virtud, etc.).
LA COMEDIA NUEVA
Durante el siglo XVI encontramos en nuestra geografía un teatro religioso
(escenificado en las iglesias), un teatro cortesano (en los palacios) y,
principalmente, un teatro popular, al aire libre, que va adquiriendo un
floreciente crecimiento englobado en un espectáculo público en torno a los
corrales de comedia. Los corrales estaban situados en los patios de vecinos,
cuyas ventanas y balcones se utilizaban como palcos. Montaban un tablado o
escenario y enfrente, la cazuela (destinado a las mujeres), algunos bancos y en
el resto del patio, mosquetero, iban los hombres de pie. El espectáculo, que
solía durar toda la tarde, alternaba bailes, mojigangas, canciones,
representaciones, etc. Alcanzó tal popularidad que se fue transformando en un
fenómeno tanto cultural como lucrativo. Lope de Vega escribe el Arte nuevo de
hacer comedias, un texto –nada menos que en verso– donde defendía ante los
académicos de Madrid su nueva fórmula escénica que tantos seguidores había
obtenido. Las características principales, que fueron imitadas durante largo
tiempo, son:
– la fusión de lo trágico y lo cómico;
– división de la trama en tres actos que corresponden con el planteamiento, nudo
y desenlace;
– la reinterpretación, más que ruptura, de las tres unidades clásicas (por
ejemplo, la introducción de una trama secundaria);
– mantiene el verso, aunque adecuando la métrica a la condición de los
personajes;
– introduce temas del gusto y preocupación del público: defensa de la honra de
los villanos, defensa de la fe católica y de la monarquía, recreaciones
históricas y legendarias;
– implanta la figura de gracioso que divierte al público con sus ocurrencias, y
relaja la tensión dramática;
– realza el papel de la mujer: en sus obras que con frecuencia se convierten en
heroínas.
Lope de Vega será el más popular autor dramático del Barroco. Su producción es abundantísima, tanta que forma parte de la leyenda su impresionante capacidad
creadora. Nos han llegado más de cuatrocientos títulos atribuidos a él. De entre
ellas destacan los dramas históricos o de honor, Peribáñez y el comendador de
Ocaña, (1605), Fuenteovejuna (1612), El mejor alcalde, el rey (1620); dramas
inspirados en el Romancero, El caballero de Olmedo (1622), El castigo sin
venganza (1631); comedias de costumbres, El villano en su rincón (1614);
comedias de enredo, en las que las mujeres son los personajes principales, La
dama boba (1613), El perro del hortelano (1613), La viuda valenciana (1604),
La
mal casada (1610). Trata, además, otros variados asuntos como pastoriles,
mitológicos, religiosos, de capa y espada, extranjeros, etc.
Pero Lope de Vega no solo escribe comedias. Su producción lírica es sublime.
Como buen hombre del Barroco combina poesía popular y culta. A la primera
corresponde la revitalización del romancero nuevo (A mis soledades voy,
Pobre
barquilla mía); a la culta pertenece la publicación de más de trescientos
sonetos en Rimas humanas (1602) y Rimas sacras (1614) donde priman los de tema
amoroso y religioso, y varias églogas (la más conocida es Amarilis, donde
recuerda a su amada después de su muerte). Escribió también varias novelas: las
novelas pastoriles La Arcadia (1598) y Los pastores de Belén (1611); la novela
de aventuras El peregrino en su patria (1604) y la novela con rasgos
autobiográficos La Dorotea (1632), entre otras.
A Tirso de Molina, ferviente discípulo de Lope, se le atribuye la obra
El
burlador de Sevilla, creadora del mito de don Juan. Es la historia de don Juan
Tenorio, un libertino seductor que abusa de las mujeres y de la justicia divina
ante la que, finalmente, paga por sus crímenes. Hay una larga lista de
adaptaciones, tanto en géneros (teatro, novela, poesía, ópera, ballet, pintura,
ensayo, películas, canciones, etc.) como acomodaciones a la mentalidad de la
época. Muy conocidas son las de Molière, Lorenzo da Ponte (autor del libreto de
Don Giovanni al que le puso música Mozart), lord Byron, José de Espronceda (El
estudiante de Salamanca), Pushkin, José Zorrilla (Don Juan Tenorio),
Azorín,
Gregorio Marañón, Valle-Inclán, Dumas, Franz Liszt,
Baudelaire, Apollinaire,
etc.
Aunque su fama se la llevó por un drama, disfrutó especialmente escribiendo
comedias. Las más aplaudidas son Don Gil de las calzas verdes (comedia de enredo
donde aparece la dama disfrazada de varón) y El vergonzoso en palacio (comedia
palatina). Cultivó también las obras religiosas, tanto los autos sacramentales
como los dramas hagiográficos y bíblicos.
Calderón de la Barca, madrileño como Lope y Tirso, dará mayor hondura, reflexión
y perfección a la fórmula creada por Lope de Vega, aunque quizás le falte su
chispa y frescura. Grandes obras suyas serán La vida es sueño, con el sublime
soliloquio de Segismundo, el príncipe encadenado, El alcalde de Zalamea, que
trata de uno de sus temas favoritos, el honor, al igual que en El médico de su
honra y las comedias de capa y espada La dama duende, Casa con dos puertas mala
es de guardar y No hay burlas con el amor.
Asimismo, destacan por su elevada perfección en los autos sacramentales (obras
de temática religiosa, representada en torno a las grandes fiestas cristianas,
en las que mediante alegorías explicaba las virtudes teologales y morales, todas
acababan con un acto de exaltación de la Eucaristía). Los principales son El
gran Teatro del mundo, La cena del rey Baltasar y La vida es sueño (del mismo
título que el drama filosófico).
Estas innovaciones dramáticas fueron aprovechadas por otros autores barrocos.
Los más importantes fueron Francisco de Rojas Zorrilla (Entre bobos anda el
juego y Donde no hay agravios no hay celos, o amo y criado) y Agustín Moreto (El
desdén, con el desdén y El lindo don Diego).
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES
Teatro de Lope de Vega:
– Peribáñez y el
comendador de Ocaña
(1610, drama de honor),
Fuenteovejuna
(1612-1614, drama de honor),
La
dama
boba
(1613, comedia de capa y espada),
Amar sin saber a quién
(1620-1622, comedia de capa y espada),
El mejor alcalde, el rey
(1620-1623, drama histórico),
El caballero de Olmedo
(1620-1625, drama de honor inspirado en el Cancionero), El castigo sin
venganza
(1631, drama de honor),
El perro del hortelano
(1613, comedia de enredo),
El villano en su rincón
(1611, comedia palatina),
El duque de Viseo
(1609, drama histórico) y
Lo fingido verdadero
(1608, comedia de santos).
Teatro de Calderón de la
Barca:
– La vida es sueño
(1635, drama filosófico),
El alcalde de Zalamea
(1636, drama de honor),
El médico de su honra
(1637, drama de honor),
El gran teatro del mundo
(1655, auto sacramental),
La cena del rey Baltasar
(1632, auto sacramental),
La dama duende
(1629, comedia de enredo),
No hay burlas con el amor
y Casa con dos puertas
mala es de guardar
(comedias de capa y espada) y
La cisma de Inglaterra
(1627, drama histórico).
Teatro de Tirso de Molina:
– El burlador de Sevilla
y convidado de piedra
(1612-20, drama filosófico atribuido a Tirso donde aparece por primera vez el
mito de Don Juan), Don
Gil de las calzas verdes
(1615, comedia de capa y espada),
Marta la piadosa
(1614, comedia de capa y espada),
El vergonzoso en palacio
(1611, comedia palatina),
La prudencia en
la mujer (1622, comedia
histórica sobre la reina María de Molina),
Comedias:
– Entre bobos anda el
juego (1638) y
Donde no hay agravios no hay
celos, o amo y criado
de Francisco de Rojas Zorrilla.
– El desdén, con el
desdén (1654), comedia
palatina, y El lindo don
Diego (1662), comedia
de enredo, de Agustín Moreto.
– La verdad sospechosa
(hacia 1619), comedia sobre las consecuencias de la mentira, de Juan Ruiz de
Alarcón.
Teatro histórico:
– Las mocedades del Cid
(1606), inspirado en
los romances sobre el Cid, del principal dramaturgo de la escuela valenciana,
Guillén de Castro. En esta obra se fijó principalmente Pierre de Corneille al
elaborar Le Cid en 1636.
– Reinar después de
morir (hacia 1630) de
Luis Vélez de Guevara.
Novelas para los mayores:
– Vida de Marcos Obregón
(1618), novela picaresca, de Vicente Espinel.
– El Criticón
(1651-57) de Baltasar Gracián. Una extensa novela alegórica de carácter
filosófico sobre la vida del hombre.
– Los
sueños
(1617) de Francisco de Quevedo. Narraciones satíricas fantásticas.
– Vida del Buscón
llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños
(1626) de Francisco de Quevedo. Una novela picaresca de difícil lectura.
– El diablo cojuelo
(1641) de Luis Vélez de Guevara. Novela satírica y moral en la que un diablo,
liberado de su encerramiento por quien acompañará para mostrarle, escondidos en
el techo de las casas, la verdadera vida de sus habitantes.

La muerte de Viriato, óleo sobre lienzo, obra de
José Madrazo de 1807. El héroe lusitano, asesinado por dos traidores para
recibir una recompensa de los romanos (que nunca percibieron pues Roma no
paga traidores), es velado con grandes muestras de dolor por sus allegados.
Su estilo corresponde fielmente a la estética del neoclasicismo: equilibrio,
orden, simetría, marco y distribución espacial, etc.
5.
SIGLO XVIII.
INTRODUCCIÓN
Se acabó la Edad de Oro de nuestra
literatura. La larga decadencia militar, social, económica y moral por el que va
en caída libre durante el siglo XVII llega a sus mínimos a finales de siglo. La
muerte de Carlos II sin heredero directo y la guerra sucesoria deja a España muy
mermada y a merced de las nuevas potencias europeas. Se establece la dinastía
borbónica en la persona de Felipe V quien trae las corrientes ideológicas y
culturales imperantes, principalmente en Francia. Se incorpora al Siglo de las
Luces con las fuertes reticencias de todo un país apegado a sus tradiciones y
que mira con malos ojos los afanes reformistas que vengan de fuera. A lo largo
del siglo habrá una lucha denodada para reformar una sociedad decadente que no
se deja. Es el modo de gobernar del Despotismo Ilustrado, todo para el pueblo,
pero sin el pueblo. En este afán de reformas se mejora la economía, la
educación, la cultura. Es el momento de la creación de la Real Academia
Española, el Museo del Prado, la Biblioteca Nacional, las Academias Militares;
se realizan los grandes planes urbanísticos en las principales ciudades,
proliferando a su vez en ellas las sociedades económicas de amigos del país cuya
finalidad era la difusión de las nuevas ideas ilustradas y los conocimientos y
descubrimientos científicos.
Las corrientes literarias de este siglo se dividen en tres. En los primeros años
predomina el posbarroquismo, mera inercia de la anterior época
gloriosa de la que queda un arte extravagante y carente de contenido contra la
que combaten con energía los neoclásicos. Es el siglo del neoclasicismo,
movimiento estético ilustrado por excelencia, que pretende regresar a los
modelos grecolatinos, aunque carente de la fuerza y el vigor del Renacimiento.
Persigue un fin netamente didáctico-moral, donde ha de prevalecer el equilibrio
entre belleza y utilidad, la verosimilitud, el decoro, el escrupuloso
cumplimiento de la preceptiva (que fijará Luzán con su Poética).
Es pues, un momento difícil para la creación estética y, menos todavía, para el
sentimiento poético. Esto explica que fuera el ensayo el género más
cultivado y que es elevado, por su cuidado formal, a la condición de género
literario. La poesía queda hueca o al servicio de la didáctica. La novela pasa
sin pena ni gloria. El teatro, en especial la comedia, tendrá su momento de
gloria a final de siglo. Y es durante esa última época cuando aparece
tímidamente un prerromanticismo que anuncia la nueva sensibilidad
basada en el individualismo, el sentimentalismo y la angustia existencia.
POESÍA
El ambiente racionalista apenas dejó sitio a una verdadera lírica que exprese la
intimidad del poeta. Seguirán las pautas de una poética que mira al mundo
clásico (poesía anacreóntica) o que perseguirá una finalidad didáctica
(la fábula).
La poesía anacreóntica, que tiene en Juan Meléndez Valdés
como principal exponente, es artificiosa, escrita en versos breves que refleja
en tono frívolo los deleites de los placeres mundanos como la buena mesa, la
naturaleza idealizada, la amistad, la música, la danza y los temas amorosos en
ambientes bucólicos.
La poesía didáctica tiene su expresión en las conocidas fábulas literarias,
un género rescatado del olvido por el ilustrado La Fontaine y que en la
antigüedad griega tuyo su principal representante en Esopo. En España,
que en esta época mira a Francia, las revitaliza Félix de Samaniego (La
lechera, La gallina de los huevos de oro, La zorra y las
uvas, Las moscas, etc.) y Tomás Iriarte (El burro flautista,
Los dos loros, La rana y la gallina, etc.). Con ellas se pretende
ridiculizar los defectos y vicios humanos más representativos de la época.
ENSAYO
El ensayo será, obviamente, el género por excelencia para expresar en un texto
la finalidad didáctica y moralizante. Escrito en prosa, de extensión variable,
de variedad temática y con un carácter reflexivo, fue utilizado para difundir
las ideas enciclopedistas y armonizarlas con la tradición y la religión.
Empeñado en luchar contra las supersticiones y falsas creencias compuso el
orensano Fray Benito Jerónimo Feijoo una extensa obra, recopiladas en
Teatro Crítico Universal (ensayos sobre sobre literatura, medicina,
historia, etc.) y Cartas eruditas y curiosas. En ellas primaba la
pedagogía sobre la estética.
En 1737 Luzán publicó la primera edición de su Poética, un ingente
tratado sobre teoría literaria tomada como modelo de la poética neoclásica.
Como intelectual y político ilustrado destaca el asturiano Gaspar Melchor de
Jovellanos, que centró su producción y preocupación reformista en los
problemas económicos, sociales, políticos, culturales y educacionales. Buscó
escribir con rigor, sencillez y claridad. Entre sus diversos escritos destacan
Informe en el expediente de la Ley Agraria, Memoria sobre la educación
pública y el drama lacrimógeno y sentimental El delincuente honrado.
El militar gaditano José Cadalso desarrolló su visión pesimista y
escéptica de las costumbres españolas en Cartas marruecas, inspirada en
Cartas persas de Montesquieu, en las que un español y dos
marroquíes se intercambian cartas hablando de la cultura, educación, nobleza,
las guerras, etc. en las que se lamenta de la decadencia en la que ha caído
España. Las Cartas fueron publicadas póstumamente y por entregas en un
periódico, al igual que Noches lúgubres, novela ya de carácter
prerromántico.
La novela ilustrada apenas se cultiva. Las dos más conocidas de la época son una
autobiografía ficticia picaresca de Diego Torres de Villarroel y Fray
Gerundio de Campazas del Padre Isla en la que se burla de los
sermones artificiosos imperante en ese momento.
TEATRO
La comedia barroca, y sus coletazos, nos llegan hasta bien entrada la mitad del
siglo XVIII. El público tenía el gusto acostumbrado a las tramas complejas y
enrevesadas heredadas del estilo de Lope y Calderón. La preceptiva
aristotélica (separación de géneros, unidad de tiempo, espacio y acción,
verosimilitud, intención didáctica, decoro de los personajes, etc.) que traía el
teatro neoclásico se enfrentó frontalmente a los gustos del público, quien,
junto con la mediocre calidad de estas obras, se fuera distanciando
paulatinamente de acudir a los teatros. La tragedia apenas tuvo reconocimiento.
Podemos destacar Raquel (una vieja y conocida tragedia histórica de los
amores de esta judía toledana con el rey Alfonso VIII) de Vicente García de
la Huerta. Es una obra de mundos donde sólo caben los sentimientos sublimes,
protagonistas de elevada clase y con final truculento.
La comedia consigue con Leandro Fernández de Moratín una
relativa aceptación al unir la finalidad didáctica, en la que se critican vicios
sociales, con un final en el que se exalta la virtud y el sentimiento. Los temas
centrales de su teatro serán los matrimonios de conveniencia y el autoritarismo
en la educación de los hijos. Están representados principalmente en El sí de
las niñas (1806). También los encontramos en El viejo y la niña y
La mojigata. En La Comedia nueva o el café satiriza el teatro
contemporáneo tan alejado del buen gusto y de las reglas aristotélicas.
Convivió un teatro menor, costumbrista, engarzado en la tradición de los pasos y
entremeses, de carácter cómico, satírico y burlesco. Fue despreciado por los
ilustrados y alabado por el público. La expresión principal fue el sainete
y el autor más aplaudido Ramón de la Cruz, uno de los creadores del
casticismo madrileño, donde con gracia y agilidad retrata el Madrid de su
tiempo. Quizás la más conocida sea Manolo, tragedia para reír o sainete para
llorar (1769).
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES
Comedias:
– El sí de las niñas
(1806) y La comedia
nueva o el café (1792)
de Leandro Fernández de Moratín.
Tragedia:
– Raquel
(1778), tragedia de carácter político, de Vicente García de la Huerta.

Sátira del suicidio romántico es una pintura que se
encuentra en el Museo del Romanticismo de Madrid realizada en óleo sobre lienzo
por Leonardo Alenza en 1839. A pesar de su reducido tamaño, 36,5 x 28,5 cm.,
condensa el ella el dramatismo y símbolos románticos.
6.
ROMANTICISMO.
INTRODUCCIÓN
El Romanticismo es el movimiento
artístico que triunfa en Europa en la primera mitad del siglo XIX. Surge como
sentimiento de insatisfacción ante los valores de la sociedad burguesa y exceso
de racionalismo ilustrado. Es la rebelión de la libertad, el sentimiento, la
imaginación y el poder creador del espíritu.
Sus orígenes están en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII. El alemán
Goethe con su novela Las desventuras del joven Werther (historia
de un amor imposible que acaba en el suicidio del protagonista) sentará las
bases de este movimiento. Los principales autores son, en Francia,
Chateaubriand, Víctor Hugo, Alejandro Dumas, en Alemania,
Schlegel, Novalis, en Inglaterra, Walter Scott, lord Byron,
en España, Duque de Rivas, Zorrilla, Larra y Espronceda.
CARACTERÍSTICAS
Las características principales son:
– Rechazo del mundo real: se siente asfixiado en él y se rebela mediante
el enfrentamiento directo o la huida mediante la imaginación.
– Subjetivismo y la exaltación del "yo" con sus ansias de
infinitud que chocan con la realidad. Anhela el amor, la felicidad, la libertad,
la justicia social, pero su fracaso le llevan a encerrarse en sí mismo,
volviéndose melancólico, solitario, amante de la muerte.
– Fuga del mundo circundante y creación de mundos imaginarios y exóticos
que los presenta de modo exuberante. En ellos la naturaleza salvaje y tenebrosa
adquiere un lugar principal en la que expresa sus propios estados de ánimo.
– La reivindicación de lo regional y lo nacional, sus costumbres, lenguas
y leyendas.
– La libertad creativa se extiende a las obras literarias en la mezcla de
géneros.
En España, país en el que se inspirarán los románticos europeos (El Quijote es
el "héroe romántico"), se introduce tardíamente con la vuelta del exilio de los
liberales, imbuidos en Europa de esas ideas, con motivo de la polémica llegada
al trono de Isabel II (1833). Su duración es breve pero intensa. Crea nuevos
géneros: novela histórica, leyenda y drama
heroico y rehabilita el romance. Pero es en la poesía
donde deja profunda huella que llegará hasta nuestros días.
AUTORES ROMÁNTICOS
Los autores más destacados son:
– Mariano José de Larra: su vida fue el prototipo de la del hombre
romántico. Periodista, articulista, liberal… que terminó suicidándose. Destaca
por sus artículos periodísticos, firmados con seudónimos como Fígaro, El Duende,
aparecidos en revistas como El pobrecito hablador y El Observador.
Los principales son los cuadros de costumbres, en ellos realiza una crítica
mordaz a la atrasada sociedad española, resaltando sus defectos y vicios, con
intención de que se modernizase. Los más famosos son: Vuelva usted mañana,
El café, El casarse pronto y mal, El castellano viejo…
hasta llegar a El día de difuntos, ya próximo a su muerte, donde el
combativo luchador del liberalismo deja paso a una persona desengañada y
desesperada. Su estilo es incisivo, vivo, agudo y natural, alejado del
retoricismo.
– José de Espronceda que escribirá sus mejores obras tras entrar en
contacto con el romanticismo inglés durante su exilio político, sobresale por
sus dos poemas largos: El estudiante de Salamanca (poema épico lleno de
misterio y sucesos sobrenaturales en el libertino Félix de Montemar lleva, con
su desdén, al suicido de una amada abandonada), y El diablo mundo (obra
inacabada en el que ofrece su visión filosófica de la sociedad). En ésta dejó el
famoso Canto a Teresa, una elegía a su amada.
Junto al amor, siente atracción por los personajes marginales, símbolos del
espíritu rebelde. Destacan: El mendigo, El reo de muerte, El
verdugo y La canción del pirata.
– Gustavo Adolfo Bécquer: poeta ignorado en vida y considerado, después,
el iniciador de poesía moderna. Dota a su poesía de una nueva sensibilidad y un
léxico poético alejado de la retórica de sus contemporáneos. Escribió en prosa
las Leyendas y Cartas desde mi celda (escritas en una estancia en
el monasterio de Veruela). Sus Rimas, tras su muerte, fueron ordenadas en
cuatro grupos: sobre la poesía misma, sobre el amor ilusionado, sobre el fracaso
del amor y sobre el dolor, la angustia y la muerte. Destacan por su sencillez,
simbolismo, claridad e intimismo.
– Rosalía de Castro: escribe en gallego Cantares gallegos y
Follas novas, un ejemplo del resurgir de culturas regionales de aquella
época. En castellano escribe En las orillas del Sar, obra que cierra el
Romanticismo e inicia la poesía moderna. Una atormentada confesión de su
intimidad, del amor, la soledad, el dolor, la muerte, las injusticias humanas…
poemas breves, de rima asonante y nuevas combinaciones métricas.
EL DRAMA ROMÁNTICO
El teatro romántico merece una mención aparte. Sus características son:
– Rechazo a las normas, al igual que en la narrativa o la poesía: ruptura de las
tres unidades (espacio, tiempo, acción), división de las obras en tres o cinco
actos, mezclan tragedia y comedia, prosa y verso (y éste, de diferentes
medidas).
– Los temas son legendarios, caballerescos, históricos o aventureros, pero
siempre dramáticos.
– El protagonista es un héroe, envuelto en un misterio, marcado por un destino
trágico. Abundan escenas nocturnas, sepulcros, duelos y suicidios.
– Se abandona la intención doctrinal y se busca conmover al espectador.
Es inaugurado en España con la obra de Martínez de la Rosa, La
conjuración de Venecia, estrenada en 1834, y llega a su plenitud con Don
Álvaro o la fuerza del sino (héroe romántico en quien se ceba el destino),
del duque de Rivas. Otras obras de relieve son Macías, de Larra;
Los amantes de Teruel, de Hartzenbusch y Don Juan Tenorio,
de José Zorrilla, que sigue siendo representado todos los días de
difuntos.
Para finalizar, la novela histórica más importante: El señor de Bembibre
de Enrique Gil y Carrasco, y dos reconocidos costumbristas, Mesonero
Romanos (Escenas matritenses) y Serafín Estébanez (Escenas
andaluzas).
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES
Poesía:
– Rimas
de Bécquer, La canción
del pirata de
Espronceda, una selección de Rosalía de Castro (Negra
sombra,
Adiós ríos adiós fontes,
Dicen que no hablan las
plantas…).
Drama romántico:
– Don Álvaro o la fuerza
del sino (Duque de
Rivas) y si te gusta el estilo,
La conjuración de Venecia
(Martínez de la Rosa),
Don Juan Tenorio
(Zorrilla), El trovador
(Antonio García Gutiérrez), el drama más aplaudido y aclamado en un estreno
teatral.
Novela histórica:
– El señor de Bembibre
(Gil y Carrasco), para buenos lectores mayores, del tiempo de los templarios.
Artículos de costumbres de Larra:
– Vuelva usted mañana
o El día de difuntos.
Leyendas de Bécquer:
– Maese Pérez, el
organista,
El
monte de las ánimas,
El miserere,
El rayo de luna,
La Cueva de la mora,
La corza blanca,
La promesa,
La cruz del diablo,
etc.

Benito Pérez Galdós, nació en Las Palmas y marchó a estudiar
Derecho en Madrid, ciudad donde se quedó y de la que sería su más atento
observador. Es el autor más prolífico del realismo conocido por sus novelas
históricas recogidas en los Episodios Nacionales y su novela más
admirada, Fortunata y Jacinta.
7. REALISMO Y NATURALISMO.
INTRODUCCIÓN
El Realismo es un movimiento literario que se va imponiendo en Europa durante la
segunda mitad del siglo XIX. Surge como cierta reacción frente a la estética
romántica y en consonancia con las nuevas tendencias filosóficas del momento: el
positivismo, biologismo, darwinismo y las incipientes ciencias de la psicología
y sociología. En lo social coincide con la consolidación de la burguesía como
clase dominante. La característica principal es la representación objetiva de la
realidad.
España contaba con una insuperable tradición realista: Cervantes, la novela
picaresca, la Celestina, e incluso los artículos de costumbres de la primera
mitad de este siglo. Por ello la influencia realista europea no encontrará
dificultad en difundirse. Las obras de los autores franceses (Balzac, Stendhal,
Flaubert –Madame Bovary–), ingleses (Dickens –Oliver Twist–) o rusos (Dostoyevski
–Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov–, Tolstoi –Ana Karenina, Guerra y
paz–) sería leídas con avidez. Como primera obra realista española de esta nueva
época se considera a “La fontana de oro” de Benito Pérez Galdós publicada en
1868. Ese año se produce La Gloriosa, revolución que derrocará a Isabel II y que
llevará a España a una sucesión de gobiernos inestables, de planteamientos
ideológicos irreconciliables, que nos avocará a la guerra civil de 1936. Esas
dos ideologías enfrentadas, liberal y conservadora, se verá también reflejada en
los dos enfoques del realismo.
CARACTERÍSTICAS
Las características más destacables del realismo, amén de perseguir la
representación objetiva de la realidad, son:
– Documentación y observación objetiva de la realidad. Estudio minucioso y
detallista, a imitación de los científicos. El objetivo es la descripción lo más
fiel posible a la vida real (verosimilitud). Por ello son frecuentes las
descripciones de lugares y ambientes. El género por excelencia es la novela.
– Ambientación contemporánea: su objeto de estudio y análisis es la época en la
que viven y no tiempos pretéritos. Se reflejan todas las clases sociales, aunque
con un predominio de las clases medias y bajas.
– Planteamiento de tesis: la obra pretende ser una demostración de su ideología
o planteamiento científico.
– El análisis psicológico de los personajes es otro de los ejes de estas
novelas. Nos encontramos personas normales, vulgares de la clase media, para
evolucionar hacia el proletariado o personajes marginales.
– Narrador omnisciente, para pintar esos caracteres el narrador entra hasta lo
más profundo del alma.
– El estilo es natural y sencillo, lejos queda el lenguaje ampuloso y
enrevesado, y junto a una escritura cuidada no deja de reflejar el habla propia
de sus personajes, incluyendo su jerga.
AUTORES PRINCIPALES
Los autores españoles los podemos agrupar en tres grupos: conservadores o
tradicionalistas, que tienden a eliminar los aspectos más desagradables de la
realidad, idealizándola (Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera, José María Pereda), liberales, con una visión más crítica y de denuncia (Benito Pérez Galdós y
Leopoldo Alas, Clarín) y afines al naturalismo, con cierta estética de
Zola (Emilia Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez).
– Fernán Caballero, seudónimo de Cecilia Bölh de Faber, escribe en 1849
La Gaviota, novela costumbrista andaluza, que marca el fin del romanticismo.
– Pedro Antonio de Alarcón, costumbrista granadino, escribe El
escándalo y El
sombrero de tres picos, joya de la novela corta española.
– Juan Valera, diplomático cordobés, ensayista y crítico literario, preocupado
por analizar profundamente la psicología de los corazones humanos, especialmente
femeninos: destacan Pepita Jiménez y Juanita la larga.
– José María Pereda, santanderino que exalta la naturaleza y las gentes
sencillas de su tierra: el mundo del mar en Sotileza y la montaña en Peñas arriba.
– Emilia Pardo Bazán, gallega que describe los rudos ambientes de la Galicia
profunda con todas sus pasiones y crudeza, especialmente en Los pazos de Ulloa y
La madre Naturaleza.
–Vicente Blasco Ibáñez, el “Zola español”, refleja su gusto por los ambientes
más sórdidos y crudos del mundo rural de su tierra valenciana en obras como La barraca y
Cañas y barros.
Mención aparte merecen Galdós y Clarín.
Benito Pérez Galdós nació en Canarias, pero vino a estudiar derecho en Madrid,
donde permaneció dedicándose a la literatura y a la política. En su narrativa
destaca, por un lado las novelas históricas agrupadas en los Episodios nacionales, y por otro sus novelas, agrupadas en tres etapas.
– Episodios nacionales: la historia novelada de la España del siglo XIX. Consta
de cinco series de diez novelas cada una, excepto la última que está inacabada.
Galdós mezcla acontecimientos públicos y privados (novelescos).
– Novelas de tesis: sus primeras novelas reflexionan sobre España para criticar
el enfrentamiento entre españoles. A esta época pertenecen: Doña Perfecta y
Marianela (de marcado carácter anticlerical).
– Novelas contemporáneas: el autor gira al realismo, con un análisis más
profundo, abandonando las “tesis” con Miau y Fortunata y Jacinta (su novela
cumbre).
– Novelas espirituales o simbólicas: en las postrimerías de su vida centra su
atención en problemas espirituales, como Misericordia y Nazarín.
Leopoldo Alas, Clarín, nace en Zamora aunque pasó su vida en Oviedo. Como
prosista escribe más de 60 cuentos, destacan Pipá, ¡Adiós, Cordera!,
Doña Berta
(narración poética). Como novela larga publica Su único hijo y La Regenta, una
de las obra cumbre de nuestra narrativa. En esta obra, que transcurre en Vetusta
(realmente es Oviedo) y cuenta la historia de Ana Ozores, una mujer abrumada por
la sociedad cerrada en la que vive. En ella predomina la descripción de
ambientes y personajes, conformando un retrato de la hipocresía y corrupción de
la sociedad del momento.
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES
Cuentos:
– Adiós, Cordera y otros cuentos (Clarín), ejemplo de narración realista,
y El clavo (Pedro Antonio de Alarcón), de tema policiaco.
Novela corta:
– El sombrero de tres picos y
El capitán Veneno de (Pedro Antonio
de Alarcón)
"Episodios Nacionales", novelas históricas de Galdós:
– Trafalgar primera novela de la primera serie histórica. De la misma
serie son La corte de Carlos IV
(2),
El 19 de marzo y el 2 de
mayo (3),
Bailén (4),
Napoleón en Chamartín (5),
Zaragoza
(6), Gerona (7),
Cádiz (8).
Novela para los mayores:
– Misericordia (Galdós),
El escándalo (Pedro A. de Alarcón),
Los pazos de Ulloa (Emilia Pardo Bazán),
Juanita, la Larga (Juan
Valera).

Techo del Templo Expiatorio de la Sagrada
Familia ideado por Antonio Gaudí en 1882, máxima expresión de la
arquitectura modernista en España.
8. Modernismo y generación del 98
INTRODUCCIÓN
En el paso del siglo XIX al XX encontramos dos movimientos literarios que se
solapan en el tiempo y algo en su estilo. Son el Modernismo y el
Grupo o Generación del 98. Así como el primero es un movimiento
con elementos comunes entre sí, especialmente un estilo poético reconocible, el
segundo es un conjunto heterogéneo de autores con una similar preocupación por la regeneración social, política y literaria de España. Los
modernistas son poetas díscolos con el entorno burgués, preocupados por la
estética exuberante, colorista y efectista, sin apenas dar importancia al
mensaje, buscando la evasión en mundos o épocas pretéritas e idealizadas sin
relación con la realidad; aunque evolucionarán hacia un intimismo existencial y
pesimista. Los noventayochistas serán ensayistas y novelistas –aunque se
prodigarán también en poesía y teatro–, querrán renovar la sociedad, se fijarán
en los problemas de España y del hombre y buscarán soluciones en movimientos
reformistas, en la educación y en el pesimismo existencialista, sin perder de
vista las tradiciones (recuperarán el Romancero y los autores del Siglo de Oro)
enraizadas esencialmente en el paisaje Castilla.
MODERNISMO.
Entramos en la literatura del siglo XX con un nuevo movimiento renovador: el
modernismo. Novedoso, por un lado, porque supone una ruptura con lo anterior
(algo poco original, por cierto) y por otro (y es lo realmente novedoso) porque
es la primera vez que un hispanoamericano abandera un movimiento literario en
España. Se trata del nicaragüense Rubén Darío, que con la obra Azul
(1888) pone fecha de salida a este breve, pero intenso movimiento de rebeldía y
de oposición al mundo burgués.
Recibe influencias, principalmente, de poesía francesa parnasiana
(de Theophile Gautier y Leconte de Lisle y su admiración por el
mundo grecolatino, oriental y por el ambiente medieval, y el deseo de dotar al
poema de una gran belleza estética y formal) y simbolista (en el
que destacaron los “poetas malditos”: Baudelaire, Verlaine,
Rimbaud y Mallarmé, de los que admiraron su desmesura y ganas de
vivir al margen de las convenciones sociales y su gusto por los símbolos y las
correspondencias), así como de la poesía autóctona
hispanoamericana y de los últimos románticos (Bécquer y Rosalía).
Hay dos etapas en la obra de Rubén. Una primera parnasiana que se refleja
en sus obras Azul y Prosas profanas (1896), colorista, rítmica,
exótica, sonora, cosmopolita y vacua. Conocidos poemas de este estilo son
Sonatina y A Margarita Debayle. Una segunda, simbolista, la más
imitada por los autores españoles, intimista, existencial, angustiada,
melancólica, filosófica y social. A esta pertenece Cantos de vida y esperanza
(1905) donde encontramos Canción de otoño en primavera o Lo fatal.
El estilo supuso una renovación e innovación formal dirigida a la búsqueda de la
belleza a través, principalmente, de la sonoridad y musicalidad del poema (la
prevalencia de la forma sobre el fondo: el arte por el arte). Hay
una profusión de cultismos, adjetivos calificativos coloristas y sensoriales,
aliteraciones, onomatopeyas, sinestesias, metáforas, etc. Se renueva la métrica
y se introdujeron versos poco usados en la lírica española (como el soneto
alejandrino).
Observamos en ellos dos líneas temáticas: la escapista, se
recrean en la belleza aludiendo a épocas pretéritas o lugares exóticos; y la
intimista, donde expresan su melancolía, tristeza ante el amor y el
mundo, con clara influencia romántica y simbolista. Tienen, por ello un cierto
parecido con algunos románticos en su rechazo al mundo burgués que los rodea, en
su forma de vestir y actuar (dandy, bohemia o antisocial), y en su intento de
evasión de la realidad, aunque carecen del idealismo de aquellos.
En España se dejó sentir en la poesía de Salvador Rueda, precursor
de este movimiento; Manuel Machado, en poemas como los del Cante hondo;
en una primera "etapa sensitiva" de Juan Ramón Jiménez, en Almas de
violeta y Ninfeas, Jardines lejanos, Arias tristes y Balada
de primavera, Elegías, La soledad sonora, Sonetos
espirituales y Platero y yo, en los que se recrea en lo paisajístico
y en lo sensitivo; Valle-Inclán en su libro de poemas Aromas de
leyenda, y Antonio Machado en Soledades y en su reedición,
convertido en Soledades, galerías y otros poemas, si bien en esta última
depura muchos de los rasgos modernistas.
En la novela de Valle-Inclán: sus Sonatas (de otoño, estío, primavera e
invierno) y la trilogía de La guerra carlista (Los cruzados de la
Causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño).
En el teatro se recuperó el verso y los temas históricos. Modernistas
son: Francisco Villaespesa en El alcázar de las perlas; Doña
María de Padilla, La leona de Castilla; Eduardo Marquina en
Las hijas del Cid; En Flandes se ha puesto el sol; Manuel y
Antonio Machado en Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel;
Juan de Mañara; Las adelfas y La Lola se va a los
puertos. También Valle-Inclán en su inicio contiene algunos rasgos
modernistas, que pronto superará.
GENERACIÓN DEL 98
Se da el nombre de Generación del 98 a un grupo de jóvenes y heterogéneos
escritores, algunos de los cuales militaron en la estética modernista, que
quieren regenerar la vida española. Tras la pérdida de las últimas provincias
españolas de ultramar (Cuba, Filipinas y Puerto Rico) la sociedad española se
encuentra con la trágica realidad de que un glorioso imperio ha quedado reducido
a cenizas; no solo territorialmente sino política, social y económicamente.
España es un país atrasado y convulso que ha perdido su identidad. Este grupo
intentará impulsar ideas regeneracionistas que lo modernicen. En núcleo duro de
este grupo lo componen el "Grupo de los tres": Azorín, Baroja y
Ramiro de Maeztu que empezarán desde su juventud beligerante postulando
soluciones radicales que irán girando hacia lo tradicional. A este grupo se irán
sumando autores como Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán,
Jacinto Benavente, Antonio Machado, Menéndez Pidal, etc.
Desde el punto de vista temático, plantearon temas filosóficos, existenciales y
religiosos. Influidos principalmente por Nietzsche (Baroja y
Maeztu), Kierkegaard (Unamuno), Bergson (Machado),
Shopenhauer (Baroja), Kant, concibieron al hombre como ser
temporal abocado a la muerte, que observa de forma trágica y angustiosa la vida,
alejado de la fe. Pusieron de manifiesto la incomunicación, la soledad, el
sufrimiento, el escepticismo y el pesimismo del hombre. Denunciaron la pobreza y
mezquindad, que habían llevado al país a la total decadencia, e introdujeron en
sus obras el problema religioso, unido al de la angustia existencial. Al perder
la fe, se vieron obligados a asumir el peso de su propia existencia,
planteándose el problema del sentido de la vida y el destino del hombre. Algunos
echaron de menos la fe de sus mayores que consuela a la gente sencilla y le
ayuda a sobrellevar la muerte.
El tema de España les preocupó sobremanera. Criticaron a los gobernantes,
a los partidos que se repartía el poder, a la impasibilidad de la gente ante el
atraso español. Invitaban a trabajar para modernizar y sacar de la parálisis a
España, primero mirando hacia el exterior, aunque después, en algunos casos como
Unamuno, prefirieron seguir siendo la reserva espiritual de Occidente y defender
lo español.
Influidos por las ideas regeneracionistas, en su deseo de sacar de la
desidia y la decadencia a España, recorrieron todas sus tierras para conocer sus
costumbres, tradiciones, literatura, etc. Buscaron con ello encontrar la esencia
y raíces de un pueblo que en su pasado tuvo proyectos e ilusiones y fue capaz de
crear un gran imperio, aunque siglos después de aquel esplendor no quedase más
que el recuerdo. Acudieron a la intrahistoria y a modelos literarios, exponentes
de lo esencial español. Conciben Castilla como el "alma" de España.
Los autores de la Generación del 98 dieron prioridad al contenido frente a la
forma; buscaron la sencillez y la efectividad del mensaje, impregnando de
palabras "terruñeras" y alejado de toda elocuencia retórica o barroca. Por eso
se encontraron cómodos expresándose a través del ensayo, si bien publicaron
también novela, poesía y teatro.
José Martínez Ruiz, Azorín, alicantino, cultivó con maestría la
descripción de ambientes y personajes de estilo impresionista, de frases breves
y sintaxis sencilla. Su obra maestra es Castilla (1912) donde evoca la
esencia de los paisajes y gentes que perduran de su antigua grandeza; recupera
palabras que habían caído en desuso. Escribe novelas como La voluntad, el inicio
de una trilogía de novelas autobiográficas. Intentó el teatro sin éxito de
público en notables obras como Brandy, mucho brandy y Old Spain.
El guipuzcoano Pío Baroja es, en esencia, un hombre de acción. Realizó
estudios de medicina, pero enseguida abandona su ejercicio para dedicarse al
mundo literario. En él se familiariza pronto con la ideología anarquista,
defendió un individualismo radical, pesimista, desconfiado y misántropo. Esta
visión escéptica estará presente en su amplia producción caracterizada por las
novelas, que el autor agrupada en trilogías y tetralogías, y su estilo de
escritor impresionista. Destacan las trilogías La lucha por la vida (La busca,
Mala hierba y Aurora roja) y La raza (La dama errante,
La ciudad de la niebla y El árbol de la ciencia) y las tetralogías
Tierra vasca (La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz,
Zalacaín el aventurero y La leyenda de Jaun de Alzate) y El mar (Las
inquietudes de Shanti Andía, El laberinto de las sirenas, Los
pilotos de altura y La estrella del capitán Chimista).
El bilbaíno Miguel de Unamuno representa el filósofo rebelde del grupo.
Esa inquietud intelectual le llevó a enfrentarse con frecuencia con la autoridad
y a pasar por varias etapas, desde el socialismo a retornar a la tradición.
Destacan sus temas filosóficos, que tratan tanto en ensayos como en novelas, que
tienen como tema de fondo la libertad humana (presente en su novela Nivola
donde el personaje se rebela contra su autor), la educación de los jóvenes (Amor
y pedagogía), el carácter del español y su futuro (La vida de don Quijote
y Sancho y En torno al casticismo), la necesidad de Dios (Del
sentimiento trágico de la vida, San Manuel Bueno, mártir). Como
poeta, es famoso El Cristo de Velázquez. Al teatro lleva los mismos temas
existenciales, aunque no llegó a conectar con el público: Fedra,
Raquel, El otro.
El teatro del esperpento de Valle-Inclán lo veremos en el tema 11 [El
teatro anterior a la Guerra Civil].
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES (14 a 17 años)
Poesía:
– una selección comentada de poemas de Rubén Darío de
Prosas profanas:
Sonatina,
Blasón
o El cisne;
de Cantos de vida y
esperanza:
Salutación del optimista,
Marcha triunfal,
Canción de otoño en
primavera,
Un soneto a Cervantes,
Lo
fatal; la
canción
A Margarita Debayle.
–
El Cristo de Velázquez
de Miguel de Unamuno.
– Campos de Castilla
de Antonio Machado.
– Platero y yo,
prosa poética de Juan Ramón Jiménez.
Novela:
– La trilogía La guerra
carlista: I:
Los cruzados de la causa.
II: El resplandor de la
hoguera. III:
Gerifaltes de antaño
(Valle Inclán)
– Zalacaín el aventurero
(Pío Baroja), aventuras para los más jóvenes, y para los mayores:
La busca
(Pío Baroja), Las
inquietudes
de Shanti Andía
(Pío Baroja), Niebla
(Unamuno) y La tía Tula
(Unamuno), para los mayores.
Ensayo:
– Castilla
(Azorín), para los mayores que quieran aprender a escribir,
La ruta de don Quijote
(Azorín), Vida de don
Quijote y Sancho (Unamuno).

La persistencia de la memoria es el
nombre que le puso el pintor español Salvador Dalí a este famoso cuadro suyo
pintado en 1931. Realizado al óleo sobre lienzo, de estilo surrealista y de
dimensiones 24 x 33 cm. También es conocidos como Los relojes blandos o
Los relojes derretidos . es un famoso cuadro del pintor español Salvador
Dalí pintado en 1931. Actualmente se encuentra expuesto en el Museo de Arte
Moderno de Nueva York.
9. Novecentismo y Vanguardias
UNA ÉPOCA DE INNOVACIONES
Novecentismo o Generación del 14 está compuesto por un grupo de
intelectuales liberales comprometidos con la modernización y europeización de la
sociedad a través de la educación por parte de una minoría selecta frente a unas
masas sin preparación política. En lo literario, reivindica una nueva estética
frente a lo decimonónico encarnado en el Romanticismo y el Realismo.
Junto a ensayistas e intelectuales como José Ortega y Gasset, Gregorio
Marañón, Manuel Azaña, Eugenio D’Ors (quien acuñará, en
catalán, en término "noucentisme"), encontramos a novelistas como Gabriel
Miró, Ramón Pérez de Ayala, Wenceslao Fernández Flórez y a un
poeta inclasificable: Juan Ramón Jiménez.
Características peculiares de este movimiento son el intelectualismo
(rechazo del sentimiento en el arte; debe deshumanizarse, esto es, quitar lo
anecdótico e individual para llegar a la esencia de las cosas. Es el arte
puro del que habla Ortega y Gasset en La deshumanización del arte
o la poesía pura de Juan Ramón Jiménez), europeísmo (España debe
modernizarse mirando serenamente a Europa, rechazando el casticismo dramático de
los noventayochista), presencia en la vida cultural y política
(las élites minoritarias, pero bien preparadas, deben orientar la marcha de la
sociedad), cosmopolitismo (preferencia por la cultura urbana
universalista), esteticismo y formalismo (búsqueda
de la belleza e interés por la obra bien hecha).
Con estos presupuestos, practican una literatura orientada a la serenidad
clásica, con un lenguaje depurado y selectivo y un público minoritario. Se
inclinan preferentemente por el ensayo, la prosa poética y la poesía.
En 1923 Ortega y Gasset funda la Revista de Occidente, una
publicación que pretende ser de la vanguardia del pensamiento cultural y
literario renovador del momento. Autor de La deshumanización del arte
donde expondrá las teorías estéticas que servirán también como base a las
vanguardias en España, y La rebelión de las masas.
La novela novecentista lleva a cabo una renovación basada en la fusión de lo
narrativo y lo ensayístico, la originalidad en el tratamiento de las estructuras
y el lenguaje y la preferencia por la vida urbana y moderna. Destacan la novela
intelectual y crítica de Ramón Pérez de Ayala que, como en Belarmino y
Apolonio, practica el perspectivismo, la ironía y técnicas narrativas
innovadoras cercanas a la vanguardia. La novela lírica, con una prosa artística
llena de sugerencias y sensaciones, de Gabriel Miró (Nuestro padre San
Daniel y, su continuación, El obispo leproso) con descripciones
delicadas a las que se subordina la trama en la línea de Azorín; no
importa el argumento, sino las sensaciones. Por otra parte, encontramos en
Wenceslao Fernández Flórez una novela humorística, casi esperpéntica en
El hombre que compró un automóvil, crítica y pesimista en Volvoreta y
lírica y legendaria, cercana al futuro realismo mágico en su mejor obra, El
bosque animado.
En la poesía inician el camino hacia una poesía pura, desprovista de anécdota y
de sentimentalismo y centrada en la perfección formal. Merece citarse a León
Felipe (Versos y oraciones de caminante), de un estilo cercano a
Walt Whitman, y a la gran figura Juan Ramón Jiménez (1881-1958),
premio Nobel de Literatura, quien plantea su poesía como una búsqueda de belleza
y de eternidad. Él mismo distingue en su obra tres grandes etapas:
– Etapa sensitiva (hasta 1915). Pasa del posromanticismo
becqueriano, intimista y simbolista (Arias tristes, 1903) a un
modernismo más sensorial (La soledad sonora, 1911). Los temas son la
naturaleza, la soledad, la muerte, siempre con un tono de melancolía.
– Etapa intelectual (1916-1936). Su poesía reduce la adjetivación
y las alusiones sensoriales, para volverse más breve y conceptual, en un intento
de encontrar la esencia, el dios primordial que está en todo. Se abre con
Diario de un poeta recién casado (1916) y se cierra con La estación total.
– Etapa suficiente (1936-1958). Canta en tono gozoso la
identificación de la palabra poética con la divinidad que, al modo panteísta, se
encuentra en todo lo creado. Destaca Dios deseado y deseante (1948-1949).
El escritor Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) es el eslabón entre el
Novecentismo y los movimientos de Vanguardia, que introduce en España con su
traducción, en 1909, del Manifiesto futurista de Marinetti. Además
de escribir peculiares novelas, ensayos y obras teatrales, destaca por sus
greguerías, piezas breves mezcla de humor y metáfora. En ellas muestra
perspectivas inéditas de la realidad, buscando la sorpresa y acercándose al
absurdo. Dos ejemplos: "Las gaviotas nacieron de los pañuelos que dicen adiós en
los puertos" o "Las sillas aprovechan la oscuridad para echar la zancadilla a
sus propietarios".
LAS VANGUARDIAS EN ESPAÑA
Los heterogéneos, rupturistas, experimentales y provocativos movimientos
vanguardistas europeos van llegando a España a lo largo de la segunda década del
siglo XX. Junto al ya citado movimiento futurista se unirán otras
manifestaciones, principalmente, el Cubismo de Apollinare
(que en la pintura tendremos al genial Picasso), el Dadaísmo de
Tristan Tzara, el Surrealismo de André Breton (el de
mayor duración en España) y el Expresionismo.
Movimientos vanguardistas propiamente hispanos son el Ultraísmo y
el Creacionismo que se manifestaron a través de revistas y
tertulias literarias. El ultraísmo buscaba erradicar de la poesía
los sentimientos y la lógica, y presentar signos del mundo moderno mediante una
amalgama de imágenes sorprendentes, eliminando los signos de puntuación y
adoptando el caligrama. Su principal impulsor y figura fue el madrileño
Guillermo de la Torre, autor del libro Hélices (1923).
El Creacionismo, impulsado por el poeta chileno Vicente
Huidobro, utiliza procedimientos similares, persuadido de que el poema es
"intraducible en prosa" y busca unir palabras anteriormente irreconciliables.
Influye en Gerardo Diego, poeta del 27.
Más tarde se introdujo el Surrealismo, con su idea de hacer
aflorar, mediante imágenes irracionales, el mundo del subconsciente. El
surrealismo español, menos agresivo que el francés, pero más persistente
en el tiempo, hacía aflorar el mundo onírico y del subconsciente mediante
imágenes irracionales. Fue una reacción frente a la poesía pura de Juan Ramón.
Tuvo notables seguidores como Lorca, Alberti, Cernuda y,
especialmente, Vicente Aleixandre.
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES
Las Greguerías
de Gómez de la Serna
Poesía:
– Una selección poética de
Versos y oraciones de caminante:
de León Felipe (Como
tú,
¡Qué lástima!,
Romero solo,
Vencidos,
Ahora de pueblo en
pueblo, etc.) y Juan
Ramón Jiménez (poema 5
de Eternidades,
El viaje definitivo,
Intelijencia,
La carbonerilla quemada,
El mar lejano,
etc.).
Novela:
– El bosque animado
(1943) de Wenceslao Fernández Flórez. Una serie de cuentos independientes, pero
con una clara relación entre sí, protagonizado por las criaturas que viven en
torno a la Fraga (bosque gallego) de Cecebre.
Novelas para los mayores:
– El humo dormido
(1919) de Gabriel Miró. Novela lírica de carácter autobiográfica en torno al
concepto del tiempo. Otra obra suya de estampas de los últimos días de la vida
de Cristo es Figuras de
la Pasión del Señor
(1916-17).
– Tigre Juan
(1926) de Ramón Pérez de Ayala.
Leyendas:
– Flor de leyendas
(1932, Premio Nacional de Narrativa) de Alejandro Casona.
– Platero
y yo (1914-17), obra
poética en prosa, de Juan Ramón Jiménez.
Libro histórico y ensayos:
– Hernán Cortés
(1941) de Salvador de Madariaga.
– El Conde-Duque de
Olivares. La pasión de mandar
(1936) y Tiberio.
Historia de un resentimiento
(1939) de Gregorio Marañón.

Foto del grupo en el Ateneo de Sevilla con ocasión de la
celebración del III Centenario de la muerte de Góngora.
De izquierda a derecha: Rafael Alberti; Federico García Lorca;
Juan Chabás; Mauricio Bacarisse; José Mª Romero (presidente de la sección de
literatura del Ateneo); Manuel Blasco Garzón (presidente del Ateneo); Jorge
Guillén; José Bergamín; Dámaso Alonso; Gerardo Diego.
10. Generación del 27
INTRODUCCIÓN
Estamos ante el grupo poético más importante de nuestra literatura desde el
Siglo de Oro. Residieron en la famosa Residencia de Estudiantes, de la
Institución Libre de Enseñanza de Madrid, colaboraron en las mismas revistas
literarias (Revista de Occidente, La Gaceta Literaria, entre
otras), conmemoraron el centenario de Góngora en el Ateneo de Sevilla en 1927
(que dio fecha al grupo) y aparecieron como grupo en la Antología
compuesta por Gerardo Diego en 1931.
En cuanto a sus orientaciones estéticas, sintieron veneración por los poetas
medievales y clásicos: Manrique, Garcilaso, Fray Luis, Juan de la Cruz,
Lope de
Vega, Quevedo, Góngora, el Cancionero y el
Romancero tradicionales. Es el
llamado neopopularismo. A la vez fueron influidos por Bécquer, Machado y
Unamuno, Rubén Darío, y fueron discípulos de Juan Ramón Jiménez. Por último, se
entusiasmaron con las nuevas corrientes extranjeras adscribiéndose a las
vanguardias. Así pues, integraron ejemplarmente tradición y vanguardia:
lo español y lo universal, lo popular y lo culto, lo puro y lo humanizado, lo
minoritario y lo mayoritario.
Aunque cada uno tenga una personalidad marcada y diferenciadora, se puede
señalar tres etapas:
- Hasta 1927. En sus inicios conviven tendencias posmodernistas, becquerianas,
de poesía pura, de tipo popular y primeras vanguardias.
- De 1927 a la guerra civil. Irrumpe el surrealismo, la humanización
de la poesía que expresa las angustias personales y la protesta social.
- A partir de 1939. La guerra ha roto el grupo y sus vidas. Cada uno sigue su
propio camino sin apenas trato entre ellos. Los que se quedan en España
derivarán hacia un humanismo angustiado o solidario; los que se exilian, hacia
la nostalgia de la patria perdida, la protesta, el desasosiego existencial.
AUTORES
La lista de miembros de este grupo es extensa y discutida. Los fijos son
García Lorca, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge
Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre,
Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. A
este núcleo duro se suelen añadir a José María Hinojosa –que introduce el
surrealismo en España–, Juan José Domenchina, las poetisas Ernestina
de Champourcín, Concha Méndez y Rosa Chacel, a Guillermo de
Torre, Max Aub, León Felipe, Juan Larrea e,
incluso, a Miguel Hernández. Unidos a ellos, de otras artes, estuvieron
Salvador Dalí, Luis Buñuel, Edgar Neville...
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada 1898 – Granada 1936). Es
el poeta más universal del grupo. Oscila entre una personalidad vitalista y
simpatía arrolladora y una angustia y frustración vital. Viaje a Nueva York
donde recibe una profunda conmoción. Funda durante la República un grupo teatral
universitario "La Barraca" con el que viaja por los pueblos de España.
Destaca como poeta y dramaturgo. Aúna inspiración, técnica y esfuerzo. Inicia su
producción con poemas de tradición popular andaluza con Poema del Cante Jondo,
Canciones y Suites y, su obra más exitosa, Romancero gitano donde
convierte al gitano en un mito que encarna el tema del destino trágico del
hombre. Es la cumbre de su fusión de lo popular con lo culto. De su viaje a
Nueva York, donde contempla el poder del dinero y la presencia de la injusticia
social, se produce un viraje hacia una poesía más social y de protesta que
encuentra su cauce en la técnica surrealista en su obra Poeta en Nueva York.
A partir de aquí se volcará en el teatro para expresar su inquietud social (sus
principales obras dramáticas serán Bodas de sangre, Yerma y La
casa de Bernarda Alba). Otra obra culmen de su producción poética es la
elegía Llanto por Ignacio Sánchez Mejías por la muerte del torero y
mecenas de la generación.
Rafael Alberti (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1902–1999). A los 15
años se traslada a Madrid. Esta nostalgia del mar la encontraremos en su primera
obra neopopularista, Marinero en tierra de 1925 con el que recibe el
Premio Nacional de Literatura. Es una obra que rezuma luz, sol, color y lo
marinero. Con Cal y canto da un giro hacia lo gongoriano y futurista.
Tras una profunda crisis existencial en 1927 escribe su principal obra Sobre
los ángeles empleando una técnica rupturista de tipo surrealista. Durante la
República se compromete políticamente y se convierte en El poeta de la calle.
La nostalgia del exiliado estará presente en su obra posterior en Retornos de
lo vivido lejano o Baladas y canciones del Paraná, aunque siempre irá
variando de estilos y temas.
Pedro Salinas (Madrid 1892 – Boston 1951). Profesor universitario en
París, Sevilla, Murcia, Cambridge, Boston. Es el poeta del amor. En la poesía
estima, en este orden, la autenticidad, la belleza y el ingenio. Trabajador
perfeccionista del verso, de densidad conceptista, busca ahondar en los
sentimientos. Su trayectoria se divide en tres etapas. Hasta 1931 predomina la
poesía pura con influencias vanguardistas con tres libros Presagios,
Seguro azar y Fábula y signo. Hasta 1939 su gran poesía amorosa, va
de la anécdota amorosa a su concepto, con sus tres obras La voz a ti debida,
Razón de amor y Largo lamento. Tras la guerra, su fe en la vida
lucha contra los signos angustiosos que ve en el mundo, publica otras tres
obras: Confianza, El contemplado y Todo más claro.
Jorge Guillén (Valladolid 1893 – Málaga 1984). Es el representante de la
poesía pura o intelectual del grupo del 27. También como Salinas, profesor
universitario. En sus poemas persigue una estilización de la realidad, una
depuración hasta quedarse con la esencia de las cosas. Concibe su obra como un
todo bajo el título de Aire nuestro que consta, principalmente de
dos títulos: Cántico (1928-50, su principal obra) y Clamor
(1950-63). El primero contiene su visión optimista y positiva de la vida ("El
mundo está bien hecho"). El segundo es el contrapeso, sin caer en el pesimismo,
denuncia las discordancias del mundo ("Este mundo del hombre está mal hecho"). A
esos dos títulos le siguen otros Homenaje (1967), Y otros poemas
(1973) y Final (1982).
Gerardo Diego (Santander 1896 – Madrid 1987). En su ciudad natal estudió
Filosofía y Letras y se doctoró en Madrid para ejercer como catedrático de
Lengua y Literatura en distintos institutos por la geografía española. Aprobadas
las oposiciones fue enviado a diversas ciudades (Soria, Jaén, Santander y
Madrid). Elaboró la Antología que dio a conocer a los autores de la
Generación del 27. Como representante de ella alterna con maestría la poesía
tradicional y vanguardista. Su poesía tradicional, que incluye romances, décimas
y sonetos, las publica bajo los títulos de Versos humanos (1925) -con el
que compartiría con Rafael Alberti el Premio Nacional de Literatura en 1925-,
Versos divinos (1941) y Alondras de verdad (1941), espléndida
colección de sonetos. Los temas que trata son el paisaje, la religión, la
música, los toros, el amor, etc. Con respecto a las vanguardias, se inicia en el
Creacionismo y el Ultraísmo con las obras Imagen (1918) y Manual de
espumas (1922). En el prólogo de Primera Antología de sus versos
(1941) escribe: "Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el
campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y
me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más
loco el capricho de volver a hacérmela -nueva- para mi uso particular e
intransferible". En 1947 ingresa en la Real Academia Española y en 1979 recibe,
junto con Jorge Luis Borges, el Premio Cervantes.
Dámaso Alonso (Madrid, 1898–1990). Catedrático de las universidades de
Madrid y Valencia. Miembro y director de la Real Academia Española, también
perteneció a la de Historia. Marcó como profesor a sus alumnos, apasionado
investigador y crítico literario y, como poeta, autor de dos obras en los
inicios del grupo, Poemas puros: poemillas de la ciudad (1924) y El
viento y el verso (1925), de tono sencillo, neopopularista y con claras
influencias de Machado y Juan Ramón. Pero hasta 1944 no publica su siguiente
obra, que sacudió la posguerra española con su "poesía desarraigada", Hijos
de la ira que es un grito desgarrador ante la crueldad, el odio y la
injusticia del hombre. Escrito en versículos con lenguaje patético, duro y, en
ocasiones, antipoético, que rompe con el formalismo retórico de entonces. Dejará
honda huella en la poesía existencial de la posguerra. En 1955 escribirá
Hombre y Dios que supone la presencia y reconocimiento de Dios en el hombre.
Vicente Aleixandre (Sevilla 1898 – Madrid 1984). Premio Nobel de
Literatura en 1977. Aunque estudia Derecho y Comercio dedica su vida a la poesía
ya que su precaria salud apenas le deja hacer otra cosa, su obra estuvo muy
influida por el surrealismo. Define la poesía como "clarividente fusión del
hombre con lo creado", como "comunicación" antes que belleza, y el poeta es "una
conciencia puesta en pie hasta el fin". Distinguimos tres etapas. El deseo de
fusión del hombre con la naturaleza debido a su dolor y angustia existencia. De
esta etapa son las obras Espadas como labios (1927), La destrucción o
el amor (1933) y Sombra del Paraíso (publicado en 1944). La segunda
etapa la inicia con Historia del corazón (1953) en el que el hombre
descubre el valor de la solidaridad y la compasión. En la tercera etapa, con
Poemas de la consumación (1968) y Diálogos del conocimiento (1974)
abundan reflexiones filosóficas sobre el destino del hombre.
Luis Cernuda (Sevilla 1902 – México 1963). Este alumno de Pedro Salinas
tendrá como tema principal de su poesía el amor insatisfecho. La oposición entre
el deseo de belleza y placer tropieza con la realidad vulgar y asfixiante. De
hecho, su obra la agrupó bajo el título La realidad y el deseo. Será un
inadaptado. Inicialmente se inspira en la poesía pura y clasicista en Perfil
del aire. En su segunda etapa se inspirará en autores románticos como
Bécquer, Keats y Hölderlin y en el surrealismo en Los placeres prohibidos,
y Donde habite el olvido –su principal obra– donde trasluce con
desolación sus problemas íntimos. En el exilio publicará Desolación de la
quimera, donde se produce un alejamiento total de su país.
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES (14 a 17 años)
Poesías. Aunque conviene tener a mano una antología de poemas del 27, podemos
recomendar:
–
Romancero gitano
(1928) y Llanto por
Ignacio Sánchez Mejías
(1935) de Federico García Lorca.
– La voz a ti debida
(1933) de Pedro Salinas.
– Antología poética
(1941 y 1957) de Gerardo Diego.
– Cántico
(1928) de Jorge Guillén.
– Historias del corazón
(1954) de Vicente Aleixandre.
– Oscura noticia. Hombre
y Dios (1944) de Dámaso
Alonso.

Estatua en bronce de Valle-Inclán en el Paseo dos Leóns en el
parque de la Herradura de Santiago de Compostela.
11. Teatro anterior a 1936
INTRODUCCIÓN
El desarrollo del teatro español durante este periodo evoluciona por dos niveles
que no se cruzan entre sí. Por un lado, el que triunfa, esto es, el que gusta al
público (al poco público burgués que puede permitirse el lujo de ir al teatro,
claro) y, por tanto, aquel en el que invierten los empresarios (que ya bastante
arriesgan su dinero como para andar con experimentos). Es la comedia burguesa
benaventina heredera del siglo XIX (así llamada porque es Jacinto Benavente
quien mejor sabe tocar la tecla de los gustos del público). También triunfa,
relativamente, cierto teatro en verso, con rasgos de neorromanticismo y
modernismo y el teatro cómico, preferentemente costumbrista. Por otro lado, hay
un teatro innovador que se topa con unos paladares poco preparados y, por
consiguiente, nadie invierte en ellos. Es el teatro de algunos autores
noventayochistas, vanguardistas y próximos al grupo del 27. Son, principalmente,
Valle Inclán y García Lorca.
EL TEATRO COMERCIAL
Jacinto Benavente es el dramaturgo que mejor explota los gustos del
momento. Y aprendió después de la mala acogida del público por su intento de
renovación teatral con El nido ajeno (1894). Produce comedias de
salón o burguesas en las que hay una velada pero amable crítica a los
vicios y defectos sociales. Entre ellas destacan, La noche del sábado
(1903), Rosas de otoño (1905) y, su principal obra, Los intereses
creados (1907), una divertida farsa sobre la hipocresía social. Escribió
también dramas rurales, como La malquerida (1913) y
Señora ama (1908). Recibió el Premio Nobel en 1922.
Un teatro poético, en verso, también popular, es de carácter
posromántico y modernista, en el que se exaltan gestas del pasado. Francisco
Villaespesa, Eduardo Marquina, conocido por la obra En Flandes se
ha puesto el sol (1910), y los hermanos Machado, autores de La
Lola se va a los puertos (1929).
El teatro cómico costumbrista lleno de tópicos de una ideal
Andalucía jovial y sentimental lo representan otros hermanos, Joaquín y
Serafín Álvarez Quintero con obras tan recordados como Las flores
(1901), El genio alegre (1906), Malvaloca (1912), Puebla
de las mujeres (1912), Las de Caín (1908) y
Mariquilla Terremoto (1930). En Madrid triunfa Carlos Arniches con la
revitalización del sainete, de ambiente madrileño y su habla
castiza, que inició con éxito con El santo de la Isidra (1898) y La
cara de Dios (1899). Creó una variante que denominó tragedia grotesca
que contiene inquietudes regeneracionistas, sobresale La señorita de Trévelez
(1916). Un subgénero cómico, también popular, fue el astracán,
pieza descabellada que busca la carcajada. La obra más celebrada fue La
Venganza de don Mendo de Pedro Muñoz Seca.
EL TEATRO RENOVADOR
Todavía no está el público preparado para una renovación en el teatro.
Los intentos de crear un arte innovador fracasan. Unamuno escribe
Fedra, un drama de ideas un tanto denso; Azorín en Lo invisible
experimenta con lo simbólico; Gómez de la Serna escribe teatro para
ser leído: Los medios seres. También algunos autores del 27
participan en la renovación incluyendo algunos elementos vanguardistas.
Alberti indaga en diversas corrientes: en el surrealismo, con El hombre
deshabitado, en el teatro poético con El Adefesio y en una literatura
comprometida políticamente, con Fermín Galán. Miguel Hernández
cultivará el teatro social según la estética calderoniana en El labrador más
libre. Otros autores que empiezan a escribir por estas fechas, triunfarán
más adelante, tras la guerra civil: serán Alejandro Casona, que conjuga
humor y lirismo, Jardiel Poncela y Miguel Mihura que jugarán con
el humor absurdo.
Las dos figuras que brillan en la renovación del teatro son Valle-Inclán
y García Lorca.
Ramón Mª del Valle-Inclán (pomposa adaptación de Ramón del Valle y Peña)
tan conocido por su estrambótica vida como por creatividad teatral. Nace, según
él mismo declaraba, en A Pobra do Caramiñal (aunque inscrito como natural de
Vilanova de Arousa) y estudia Derecho en Santiago de Compostela pero pronto lo
abandona para viajar por Méjico y llevar desde entonces una vida bohemia unida a
la literatura. Su carrera dramática se sitúa entre dos hitos: el
modernismo y el esperpento. De la primera destacará la
trilogía Comedias bárbaras (Águila de blasón, Romance de lobos
y Cara de Plata), que sitúa la acción en una mítica Galicia rural. Del
esperpento, una corrosiva crítica a la sociedad española, a la que presenta como
una deformación grotesca de la civilización europea en su principal obra,
Luces de Bohemia. En ella recrea las trágicas últimas horas de su bohemio
amigo modernista Alejandro Sawa (en la obra, Max Estrella), acompañado por
miserable don Latino de Hispalis, por la noche de un Madrid grotesco y
esperpéntico. Otras obras del mismo estilo serán publicadas en años sucesivos:
Los cuernos de don Friolera, La hija del capitán, Martes de
Carnaval y Las galas del difunto. Del resto de su variada producción
destacamos: El Marqués de Bradomín, una adaptación teatral de sus
Sonatas de Otoño; la Farsa infantil de la cabeza del dragón, teatro
infantil animado por Benavente; Voces de gesta, una tragedia pastoril de
inspiración carlista; Divinas palabras, una tragicomedia ambientada en
una aldea gallega que cierra un grupo de obras denominadas el ciclo
mítico. Desde 1927 ya no escribirá más teatro, probablemente por ser
irrepresentables la mayoría de ellas, pues hasta finales del siglo XX apenas las
veremos en los teatros.
El abanderado del teatro de la generación del 27 es Federico García Lorca.
Su primera obra de éxito es Marina Pineda, un drama histórico de
la heroína popular. Le seguirán La zapatera prodigiosa, una obra de
amores y desconfianza, y una obra de carácter surrealista, Así pasen cinco
años. Pero serán en los dramas rurales, a partir de
1933, en la última parte de su vida, donde dejará sus obras inmortales. Tales
son Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. En
ellas aúna sus conocimientos de los clásicos barrocos, la poesía lírica popular,
las tendencias vanguardistas y su peculiar concepción trágica de la vida. Tienen
en común la condición de la mujer en el mundo rural. Una novia que se escapa con
su amante el día de la boda; una mujer que acusa a su marido de la imposibilidad
de quedar embarazada y una madre que obliga a una larga reclusión a sus jóvenes
hijas para guardar luto por su marido.
Antes de estas obras, tras la proclamación de la II República, Lorca dirigió "La
Barraca", una compañía teatral que viajaría por España acercando el
teatro clásico de nuestros Siglos de Oro a los pueblos peninsulares.
SELECCIÓN DE LECTURAS
PARA JÓVENES
Teatro:
– Los intereses creados
(1907) de Jacinto Benavente. Su mejor comedia. Sitúa la acción en el s. XVIII
donde dos pícaros pretenden aprovecharse de la ingenuidad de unos acaudalados
burgueses. El conflicto se resolverá bajo la máxima "Mejor que crear afectos es
crear intereses".
– La venganza de don
Mendo (1918) de Pedro
Muñoz Seca. Subgénero teatral denominado astracán, cuya finalidad es provocar la
risa en el espectador a través de todos los elementos y situaciones escénicas
(diálogos, trama, escenario, personajes, etc.).
– De Valle-Inclán: Voces
de gesta (1911) y
Luces de Bohemia
(1920), la mejor representación del esperpento, aunque necesitarán una guía para
comprender la complejidad de referencias en la obra.
– Malvaloca
(1912),
Amores y amoríos
(1908),
Los Galeotes
(1900) de los hermanos Álvarez Quintero.
Comedias costumbristas.
– En Flandes se ha
puesto el sol (1910) de
Eduardo Marquina. Teatro en verso, trata el conflicto de un capitán de los
tercios españoles que vivirá en Bélgica, tierra hostil a España, tras casarse
con una belga
– El divino impaciente
(1933) de José María Pemán. Teatro en verso escrito como respuesta a la
disolución de la Compañía de Jesús durante la II República. Recrea la vida de
san Francisco Javier, su encuentro con san Ignacio de Loyola y su acción
misionera en China.

12. Literatura española desde 1939
PRIMERA ETAPA: LA POSGUERRA.
La Guerra Civil española (1936-39)
supuso el trágico desenlace de un largo enfrentamiento en el tiempo de dos
facciones irreconciliables que se fueron radicalizando progresivamente. Y, en
medio, una masa inmensa de gente trabajadora, que a duras penas sacaban su vida
adelante, que se vio envuelta, incrédula, en una oleada de odio irracional que
cercenó la vida de cientos de miles de personas, en su mayoría, como en todas
las guerras, personas inocentes ajenas a esas disputas. Pero tras la guerra no
llegó la reconciliación. Miles de exiliados, otros tantos encarcelados, y la
tensión por la incertidumbre de una guerra mundial iniciada a los pocos meses de
finalizar la española y que amenazaba con volver a meter a España en un nuevo
conflicto bélico.
Con este panorama no resulta difícil comprender que no estaban los ánimos para
muchas florituras literarias. Las corrientes reinantes previas al conflicto se
interrumpieron abrupta y definitivamente. Aun así, tras la Guerra Civil el país
intentará recuperarse. En los primeros años camina entre literatura conformista
o arraigada y la literatura del malestar o desarraigada en la que domina el
interés por problemas existenciales y los tonos religiosos. Hay una búsqueda de
nuevos caminos, de renovación por los que discurra la literatura, expresión del
sentimiento humano. A su vez, encontramos un gran número de escritores en el
exilio cuyo rasgo común es la añoranza de España.
En la novela hay dos hitos que marcan dos estilos:
– La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, novela tremendista
que expresa la violencia, crueldad y sinsentido de la vida humana.
– Nada (1945), de Carmen Laforet, novela existencial, relato con rasgos
autobiográficos de la frustración de una joven universitaria que se traslada a
estudia a Barcelona.
Es la primera vez que se escribe sobre la realidad cotidiana tras la guerra
civil. También destaca Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada.
En exilio destacan Ramón J. Sender, con Réquiem por un campesino español, Rosa Chacel, Francisco Ayala y Max Aub.
En la novela conformista encontramos dos variantes: de carácter propagandístico
o triunfalista, como Madrid, de corte a checa de Agustín de Foxá o de carácter
humorístico o fantasía, como El bosque animado de W. Fernández Flórez.
En cuanto a la poesía, encontramos:
– el grupo de los exiliados (Alberti, Salinas, Guillén, JR Jiménez…) que cada
uno seguirá su propio itinerario, quizás lo común sea la nostalgia de la patria
perdida y cierto pesimismo existencialista.
– Miguel Hernández, poeta atrapado por la guerra, encarcelado en Alicante, que
evoluciona desde una poesía pura y neogongorismo hacia una poesía más
comprometida que profundiza en temas como la muerte, libertad, amor…
– Poesía arraigada (revistas Escorial y Garcilaso), proponen una vuelta al
clasicismo de gusto garcilasista y renacentista, recuperación del soneto, cierto
retoricismo, etc. Luis Rosales (La casa encendida), Leopoldo Panero.
– Poesía desarraigada (revista Espadaña), en la que influyen dos obras de 1944:
Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del Paraíso de Vicente Aleixandre.
Refleja una visión frustrada y angustiada de la vida. Destacan Blas de Otero (Ancia),
Gabriel Celaya y Carlos Bousoño.
En el teatro permanece la inocente comedia burguesa de corte benaventina
(Jacinto Benavente y José María Pemán) y el desarrollo del teatro de humor con
Enrique Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro) y Miguel Mihura
(Tres sombreros de copa).
En 1949 estrena Antonio Buero Vallejo la obra Historia de una escalera que
inicia un teatro realista preocupado por los graves problemas humanos que ya
será de corte existencialista en Escuadrón hacia la muerte de Alfonso Sastre.
SEGUNDA ETAPA: LOS AÑOS DEL REALISMO SOCIAL.
Hacia 1955, muchos escritores parecen haber encontrado un camino en el realismo
social. Tales obras tienen en común el testimonio de realidades sociales
concretas (vida en la ciudad, la dureza del campo, el éxodo rural y los
suburbios, los conflictos laborales…). Ahora, el escritor piensa que debe
contribuir con sus obras a transformar la sociedad, denunciando las injusticias.
Y le importan menos las metas estéticas: opta por un lenguaje sencillo, capaz de
llegar a «la inmensa mayoría». Pero esta vía se acaba pronto porque el mundo no
se puede transformar sólo con libros que, además, lee una minoría. Enseguida se
buscarán nuevos caminos.
En la novela, el realismo social lo abre Cela con La colmena (donde imita el
estilo de norteamericano John Dos Passos en Manhattan Transfer), El jarama de
Rafael Sánchez Ferlosio, Dos días de septiembre de Caballero Bonald, Entre
visillos de Carmen Martín Gaite y El camino de Delibes.
La poesía comprometida y social pretende reflejar solidaria y críticamente la
verdadera realidad del ser humano, cambiar la sociedad y denunciar las
injusticias. En Pido la paz y la palabra de Blas de Otero, Cantos iberos
de
Gabriel Celaya y Cuanto sé de mí de José Hierro, en las que superan su angustia
existencial y se abren a los sufrimientos de los demás.
Pero pronto este tipo de poesía se empobrece y surge a finales de los 50 un
nuevo grupo poético que, sin renunciar al compromiso social, se hace más
intimista, se vuelca hacia el conocimiento del hombre y del mundo («poesía de la
experiencia») desde la ironía y cierto escepticismo. Los autores más destacados
son: Ángel González (Tratado de Urbanismo), Gil de Biedma (Poemas póstumos),
Claudio Rodríguez (Don de la ebriedad), Félix Grande (Blanco Spirituals), J. A.
Goytisolo, Valente, Carlos Barral.
Sigue triunfando el teatro comercial, pero junto a ella surge un teatro social
de la mano de Buero Vallejo y Alfonso Sastre iniciado unos años antes y que
siguen con obras como Hoy es fiesta y La mordaza, respectivamente. Como nuevos
valores destacan Lauro Olmo y José María Recuerda.
TERCERA ETAPA: HACIA UNA LITERATURA EXPERIMENTAL.
En 1962 se publica Tiempo de silencio, novela experimental de Luis Martín
Santos, que dará el pistoletazo de salida una nueva forma renovadora de creación
literaria, compatible con la denuncia social. En los años siguientes crecerá el
despego del realismo, presidido por nuevas influencias europeas (Proust, Kafka,
Joyce) y estadounidenses (Faulkner, Steinbeck, Dos Passos, Hemingway). Decisiva
es la irrupción el «boom» de la nueva novela hispanoamericana (García Márquez
–Cien años de soledad–, Vargas Llosa –La ciudad y los perros–, Cortázar, Borges, Rulfo), que ofreció nuevos modelos de inventiva y de lenguaje.
Hacia 1970, se observan en todos los géneros tendencias «novísimas»,
caracterizadas por la experimentación de las formas en todos los aspectos. Los
contenidos, y en especial los sociales, importarán menos.
En la novela, además de la citada, tenemos Cinco horas con Mario de Delibes,
La
saga/fuga de J.B. de Torrente Ballester, San Camilo 1936 de Cela, Últimas tardes
con Teresa de Juan Marsé, Señas de identidad de Juan Goytisolo. No abandona la
reflexión crítica sobre la sociedad española, pero su presentación formal es
radicalmente novedosa. Utiliza un léxico riquísimo, lleno de invenciones y
expresividad, y crea estructuras narrativas complejas como el cambio de
narrador, el multiperspectivismo, extensos monólogos interiores, saltos
temporales, etc.
En 1970 el crítico J. Mª Castellet publica la antología Nueve novísimos poetas
españoles. De este título se cogió el término «novísimos» para referirse a un
joven grupo de poetas que no vivieron la guerra y crecen en una España más
abierta social y culturalmente. Influidos por poetas extranjeros, poetas del 27
(Aleixandre y Cernuda) e hispanoamericanos (Octavio Paz y César Vallejo).
Caracterizados por un estilo ecléctico en el que mezclan temas y técnicas, de
tono escéptico, inconformista, cuidado por la estética (venecianismo), por los
aspectos formales (esteticismo), gusto por el experimentalismo y el vanguardismo
(escritura automática, surrealismo), preocupación por el lenguaje. Destacan
autores como Pere Gimferrer (Arde el mar), Colinas (Sepulcro en Tarquinia),
Vázquez Montalbán, Martínez Sarrión, Luis Alberto de Cuenca, Jaime Siles,
Leopoldo Mª Panero, Félix de Azúa, Guillermo Carnero.
El teatro renovador surge en torno al año 1965 en el que los autores españoles
abandonan el realismo y comienzan a aplicar en sus obras las tendencias
vanguardistas europeas y americanas que se venían desarrollando durante este
siglo. Buscan nuevas fórmulas y técnicas como el teatro épico al estilo de Bertolt Brecht, teatro underground, teatro del absurdo, etc. Aparecen autores
individuales como Fernando Arrabal (con su teatro pánico, provocador y rebelde:
El cementerio de automóviles o Pic-nic) y Francisco Nieva (teatro furioso, de
farsa y calamidad: La señora Tártara). Surgen los grupos de teatro independiente
con una clara intención renovadora (Els Joglars, Tábano, Los Goliardos, Teatro
Experimental Independiente...).
CUARTA ETAPA: DE 1975 A NUESTROS DÍAS
A partir de 1975, y sobre todo en los años 80, parece advertirse una moderación
de los experimentos y ya está, en ciertos casos, un retorno a las formas
tradicionales (aunque se prolongue formas vanguardistas). También se aprecia un
nuevo interés por los contenidos humanos, existenciales. En cualquier caso, hay
menos consignas artísticas y las orientaciones de los jóvenes escritores son muy
diversas.
En la novela se encuentra principalmente el afán con contar historias a la vieja
usanza (interés por el argumento, los contenidos sociales, históricos y
políticos, la descripción de ambientes), con leves toques experimentales, y se
prodigan los subgéneros narrativos (novela policíaca, histórica, fantástica,
negra, de aventuras, etc.). Abre esta etapa La verdad sobre el caso Savolta
de
Eduardo Mendoza (un equilibrio entre novela experimental y policíaca), autor
también de La ciudad de los prodigios (una especie de historia novelada).
Novelas de subgénero policiaco encontramos en autores como Manuel Vázquez
Montalbán (Los mares del sur), Lorenzo Silva (El alquimista impaciente), Antonio
Muñoz Molina (El invierno en Lisboa, Plenilunio). Novelas subgénero histórico y
de evasión: Arturo Pérez Reverte (El capitán Alatriste, La carta esférica),
Matilde Asensi, Terenci Moix, Félix de Azúa, Javier Cercas (Soldados de Salamina).
Novela testimonial y existencial: Luis Landero (Juegos de la edad tardía),
Ignacio Martínez de Pisón (Carreteras secundarias), Javier Marías, Juan José Millás, Manuel Vicent, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Mercedes Salisach, etc.
Aunque hay numerosas tendencias poéticas, en general se observa un cierto
cansancio de los excesos culturalistas y experimentales de los novísimos y la
búsqueda de una poesía más personal e intimista. Las tendencias y autores más
importantes son: continuación del vanguardismo y experimentalismo: Ullán;
refinamiento decadentista (venecianismo): Pere Gimferrer; clasicismo: Luis
Alberto de Cuenca; barroquismo: Antonio Carvajal; neosurrealismo: Blanca Andreu;
poesía del silencio o minimalista: Sánchez Robayna; nuevo sentimentalismo: Luis
García Montero; nueva épica: Martínez Mesanza, Llamazares…
En el teatro desde 1975 nos encontramos, en contra de lo que se podría pensar
con la llegada de la libertad, un paulatino alejamiento de público. Se
repusieron obras de autores consagrados y la de autores silenciados en épocas
pasadas, pero la reacción del público fue muy fría. Como reacción se produjo un
regreso a un teatro neorrealista, más convencional y accesible entre los que
destacan Antonio Gala (Anillos para una dama), Fernando Fernán Gómez (Las
bicicletas son para el verano), José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas
o Bajarse al moro), José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!). También
encontramos un teatro comercial, heredero de la comedia burguesa (Alfonso Paso o
Jaime de Armiñán), un teatro de compañías institucionales, como el Centro
Dramático Nacional o la Compañía de Teatro Clásico que contribuyen a difundir el
patrimonio teatral histórico. Y un teatro de humor, nuevos autores, teatro
musical y abundantes grupos teatrales pequeños que se van abriendo paso en
pequeñas salas.
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA
JÓVENES
Narrativa:
–
La vida nueva de Pedrito de
Andía (1951) de Rafael
Sánchez Mazas.
– El camino
(1950),
Las ratas
(1962), El príncipe
destronado (1973) de
Miguel Delibes.
– El bandido adolescente
(1965) de Ramón J. Sender.
– El otro árbol de
Guernica (1967, Premio
Nacional de Literatura) de Luis de Castresana.
– Kafka y la muñeca
viajera (2007, Premio
Nacional de Literatura Infantil y Juvenil) de Jordi Sierra i Fabra.
– Sin noticias de Gurb
(1991) de Eduardo Mendoza.
– Soldados de Salamina
(2001) de Javier Cercas.
– Un día de cólera
(2007) de Arturo Pérez-Reverte.
– Algún día, cuando
pueda llevarte a Varsovia
(1997) de Lorenzo Silva.
– Marcelino pan y vino
(1953, cuento corto) de José María Sánchez-Silva.
– Cuentos
de Ignacio Aldecoa.
Teatro:
– Tres sombreros de copa
de Miguel Mihura.
– Eloísa está debajo de
un almendro de Enrique
Jardiel Poncela.
– Historia de una
escalera y
Las meninas
de Antonio Buero Vallejo.
– Los cipreses mueren de
pie de Alejandro
Casona.
Poesía:
–
Antología comentada de la
poesía lírica española
de Miguel Díez R. y Paz Díez Taboada. Capítulo: Siglo XX.
Para los mayores:
–
La familia de Pascual Duarte
(1942) de Camilo José
Cela.
– Nada
(1944, Premio Nadal) de Carmen Laforet.
– La sombra del ciprés
es alargada (1947,
Premio Nadal), Diario de
un cazador (1955,
Premio Nacional de Literatura),
Cinco horas con Mario
(1966) y Los santos
inocentes (1981) de
Miguel Delibes.
– Madrid, de corte a
checa (1938) de Agustín
de Foxá.
– La sinrazón
(1960) y Barrio de
Maravillas (1976) de
Rosa Chacel.
– Industrias y andanzas
de Alfanhuí (1951) y
El Jarama (1955, Premio
Nadal) de Rafael Sánchez Ferlosio.
– Los cipreses creen en
Dios (1953, Premio
Nacional de Literatura) de José María Gironella.
– La verdad sobre el
caso Savolta (1975) de
Eduardo Mendoza.
– Viaje a la Alcarria
de Camilo José Cela. Un libro de viajes. |